lunes, diciembre 25, 2006
martes, diciembre 19, 2006
lunes, diciembre 18, 2006
nuevoque necesito
-yo que siempre tuve aquella vocación por la aurora
yo. ¡yo! que empeñada en la luz
cocía casi hasta quemarme en mi propio caldo de tiniebla.
mírenme aquí empañada yo que siempre siempre
apostaba al punto que desatara la claridá
que me jugaba todos mis vestidos y hasta las lágrimas.
¿qué ha pasado? ¿quién me dice? si todavía recuerdo
cuando calculadora o desesperada, comoquiera
tiraba contra lo oscuro cocuyos como flechas perforando la sombra
no importaba si era el día más triste, ni cuál muerte acechaba
ni si se me metía lo malo en la cabeza, o
si el pantano atragantaba la garganta.
yo comoquiera iba. y ahora de pronto coño
no puede ser no puede ser
este zarpazo de sombras afiladas que me deja en jirones.
¿cómo es esto? ¿que porque tú chapoteando en la miseria
me olvidas abrazándome? ¿que quiebras la caricia así
porque sólo te importa tu pendeja agonía? no puede ser.
está bien, ya sé que está descajonado del pecho todo el amor
el beso desmembrado, y los retazos de azul
desperdigados por ahí como si no importaran
pero tanto no es para tanto. después de todo
es sobre ti que escupes; es a ti a quien desdeñas
cuando amándome olvidas así la vida que te doy.
no importa. yo recojo. con las mismos retazos
puedo coser una cortina antigua, combinando las puntas
de las estrellas quebradas para inventarme otras;
con el resto
puedo hacerme ese vestido nuevo que necesito para jugármelas.
domingo, diciembre 03, 2006
domingo, noviembre 19, 2006
Me dediqué a morirme
sábado, noviembre 18, 2006
porfirio y su coco
Fui hace poco al Chinatown de Chicago y en la vitrina de una tienda de souvenirs, estaba Porfirio encaramao en otro de su especie.
Un niño como un pequeño jugador de sumo era el encargado de las tortugas acuáticas de orejas rojas, mejor conocidas en las élites como Trachemys Scripta Elegans. La abuela del niño no hablaba inglés, y el niño era el intérprete. Le preguntamos que cómo sabíamos si era hembra o macho. La abuela agarró la pecera, miró por debajo a la tortuga y concluyó: Me! Me! Queriéndonos decir, por supuesto, que era hembra.
Desde entonces, Porfirio es el nuevo compañero de Perpetuo Socorro, el pez betta, que tengo casi amaestrado para que salte y tome la comida de mi dedo, como delfín.
La gerencia
lunes, octubre 09, 2006
Felisberto Hernández fue un concertista, un pianista, un nómada, un viajero y el dueño efímero de una librería llamada “El burrito blanco”[1]. Fue el esposo de María Isabel, de Amalia, de María Luisa y de Reina, en épocas diferentes. Vivió en Montevideo, en Buenos Aires y en París. Toco en muchos cafés y tomó muchos cafés. Dicen que tuvo poco éxito y pocos amigos, que en París nunca salió del hotel Rue Rollin. Felisberto Hernández no conoció en persona a Cortázar, pero Cortázar admiró a Felisberto y le dedico el texto “ Carta en mano propia”, que trata sobre el desencuentro: “En fin, Felisberto ¿vos te das cuenta, te das realmente cuenta de que estuvimos tan cerca, que a tan pocos días de diferencia yo hubiera estado ahí y te hubiera escuchado” (Ayacucho, xi). Esto le escribe Cortázar a Felisberto posmortem, pero en presente porque para el autor de “Nadie encendía las lámparas” (1947), “Las Hortensias” (1949) y “Tierras de la memoria” (1965), entre otros, los recuerdos son unos niños majaderos que quieren abrir la alacena de los dulces a la hora de la cena, que es como decir la historia. Italo Calvino, Onetti, Carlos Fuentes, Saer, Angel Rama, todos los admiraron, todos pensaron que no se parecía a nadie.
“Úrsula” fue publicado en el cuaderno núm. 51 de Enciclopedia Uruguaya, en octubre de 1969. Felisberto murió el 13 de enero del 64. “Úrsula” y “La mujer parecida a mí” me recuerdan en algo a “El asno de oro” de Apuleyo (Por favor, que alguien haga un estudio sobre los paquidermos en Felisberto). Dícese en ese tomo cuasi mítico de la bien ponderada editorial Ayacucho que Felisberto escribió “Úrsula” , posiblemente en el 1946 becado por el gobierno de Francia, tras zarpar del navío Formose, que alguna vez estuvo anclado en el puerto de Montevideo, en octubre. En noviembre pasó una temporada en Bois, en donde dice la fábula que surgió “Úrsula”, inspirado posiblemente en alguna de las vacas varadas en medio del rodaje de los trenes, que tenía algo diagonalmente similar a la esposa del panadero, probablemente las ubres.
“Úrsula era callada como una vaca”, dice Felisberto y la palabra clave para entender no tan solo este cuento sino mucha de su obra es un adverbio de modo: “como”. El mundo de Felisberto, la galaxia, quiero decir, es en realidad el paraíso de las símiles. Eres como una vaca, o pareces una vaca son cláusulas muy distintas a eres una vaca, en la cual la imagen ya está transformada. Mas aún, “Úrsula era callada como una vaca” no es como decir “Ana era callada como una vaca” o “Úrsula era callada como una silla”. Úrsula es, en definitiva, el nombre idóneo para una mujer que parece una vaca. El mundo de Felisberto (nótese que éste es uno de esos autores a los que se les llama por el nombre y no el apellido, y hasta en eso no se parece a nadie, uno de los pocos, como Macedonio), el mundo de Felisberto es ése en el que todo parece otra cosa, en el que nada es lo que parece ser, y en el que esa nada resulta siempre ser una sorpresa, una agudeza mental, una mirada diagonal de la realidad. Felisberto escribe como pinta Holbeins sus anamorfosis, es decir, escribe para mirar desde otro sitio, para detenerse en los fragmentos, como cuando dice: “los ojos se movían debajo de los párpados como personas dormidas bajo las cobijas” (122). Qué manera tan hermosa de decir que los párpados son a los ojos lo que las cobijas a las personas. En los cuentos de Felisberto, el juego, la caricatura, los resquicios, las fugas son la aguja que entreteje la trama. Son sucesos, como dijo Verani, “inexplicablemente dislocados” (63).
La realidad es una canción rota que hay que decir en pedacitos, parafraseando a un poeta isleño[2]. Me parece particularmente sorpresiva, inesperada –embadurnada en el extrañamiento de los formalistas rusos- la manera en la que Felisberto altera los espacios, es decir, los cuerpos en los espacios, como si hubiese una distancia inquebrantable entre ambos, no como si fuera un cuerpo en un espacio sino como lo contrario: “Su cuerpo parecía haberse desarrollado como los alrededores de un pueblo por los cuales ella no se interesaba” (122). La idea de un cuerpo que no les pertenece a los espacios, de un cuerpo que no se pertenece es uno de los conceptos recurrentes en la obra de Felisberto. En las notas al “Diario del sinvergüenza”, Felisberto escribe:
Una noche el autor de este trabajo descubre que su cuerpo, al cual llama “el
sinvergüenza” no es de él; que su cabeza, a quien llama “ella”, lleva, además,
una vida aparte: casi siempre llena de pensamientos ajenos y suele entenderse
con el sinvergüenza y con cualquiera. (Notas para el Diario del sinvergüenza,
246)
Una cosa quiero señalar, no nos parece que Úrsula estuviera tan desinteresada por los espacios que la rodean como él nos dice. Úrsula, con su boca carnosa, sus alrededores desplegados, su lengua de vaca, que es como decir francesa, conocía bien a Felisberto. Siempre supo que él nos contaba cómo “la revoloteaba como un insecto” (132). Piensa en una vaca en el campo sacándose las moscas con el rabo, ahora piensa que Felisberto es a Úrsula lo que las moscas, a las vacas. Puras agudezas de proporción, nos dirían los barrocos. Úrsula es mi cómplice, tú cómplice, si descubres que cuando se va del cuarto de Felisberto tú te vas con ella.
Hernández, Felisberto. Obras completas, vol. 3. Siglo Veintiuno Editores, Argentina, 1983. --------Novelas y cuentos. Ayacucho, Caracas, 1985.
http://www.ucm.es/info/especulo/numero23/paolini.html
Verani, Hugo. “Felisberto Hernández: la inquietante extrañeza de lo cotidiano”. Cuadernos Americanos, vol 14, 1989: 56-76
lunes, octubre 02, 2006
Ediciones Deldiego- Son libritos del tamaño de una mano abierta. Pueden incluir poesía o prosa poética, con portadas de colores, todas distintas. Al final, cada colofón es diferente, lo que la da cualidades fetichistas a los ejemplares. Por ejemplo pueden terminar de este modo:
Imprimatur
Parafern…se comenzó a imprimir el día
24 de agosto de 2000.
Para esta ocasión Diego ofreció una libación,
Escanciándose Fernet genérico
Comprado en un Pantry a la madrugada.
Sic erat in fatis
En: Parafern de Francisco Garamona
Diego es el editor imaginario, que celebra con sus amigos cada publicación porque, según indica, esta colección es “para amigos antología general de la poesía joven argentina”. No sé ustedes (yo no se tú, blogosfera, puedo decir también), pero a mí me encantan esos detalles en los libros, qué les puedo decir.
Peras
De una inagotable lucidez. La lluvia era. Con señales de espinas. Sumergidas las latas en la tierra con un martilleo de piedritas. Leve, salpicaba, corría el agua: una membrana para la sed, o espejo, en que la miel se ha concentrado. Y esas marcas, cicatrices, dentelleos, que la nieve y la sangre destilan. Al fin. Todo tiende hacia el fin. Los bordes. Las orillas. En esa réplica, fluido artificial: faldas de algodón, charcos imantados, nubes de hielo y cromo. Los límites son un abismal cantelleo negro que avanza. Luces desde encajes plásticos. Velas desechas de barca. Momentáneos monstruos en los remolinos. Púas con su lumbre torcida.
José Villa, Cornucopia. Buenos Aires: Ediciones Deldiego, 2001.
JauríaTomo a mi hija
En brazos y corro por la playa
Parte de la jauría
Perseguido entre ladridos
Un perro pequeño
Se entierra en el barro
Dominó Carcajón. ParaisOcéano. Buenos Aires: Ediciones Deldiego, 1998.
Los actores no mueren
se van a los títeres (fragmento)
Carne radioactiva es el baile final
y el diablo anda suelto por el desierto.
Simón, es tu cruz, allí donde trabajas.
Animales mal preñados se prenden de tu pelo,
perlas de confusión que flotan en el sexo.
¿Te acordás? Como voy yo. Como vos.
La ciudad cambió en este tiempo,
cachos de cebolla de los que trajinan
en el pie de una barraca de día,
tras los vidrios sucios de los anteojos.
En la casa de calma y en la de ruidos,
bajísimo ataúd, vientre alpino, a la altura
de la cabeza de los insectos.
En el desierto Simón, en tus palabras,
eres el albañil de un cuerpo desavenido
de su carne. Yo lo oigo de noche,
el diablo anda suelto, mucho peso
en esta carne de baile. Pero justo vos,
ahora en la casa, papafrita,
yo no te conozco, vade retro espejismo,
espectro. No tengo, paciencia, ni ciencia,
pereza y mentira, bigotes de leche cuaja,
para vos Simón en el desierto de tu nombre,
y en la cantinela de la cantinera,
y en el culo verde de las bestias:
La única palabra que entendí fue sequedad.
Francisco Garamona, Parafern. Buenos Aires: Ediciones Deldiego, 2000.
Mi madre es un pezMi madre nació de un huevo en el río
clavé a mi madre porque nació en el río.
Yo vine de ella. Mi hermano vino de un caballo,
mi madre lo parió cuando era yegua
y a mí cuando pez.
Nadie comió a mi madre cuando era huevo.
Yo la clavé para que no la comieran.
Mi otro hermano está loco y lejos.
Y ella
hermana de caballo, pez y loco,
se embarazó.
Su hijo es de algodón.
Mi padre murió sobre mi madre
pero le nació un caballo, un pez, algodón y un loco.
El otro cae
y se quiebra.
Es carpintero,
corta madera hasta dejarla como el cuerpo.
Melissa Bendersky, Nido de ballena. Buenos Aires: Ediciones Deldiego: 2001.
Los recuerdos en el amor no son una excepción de las leyes generales de la memoria, regidas a su vez por las leyes más generales del hábito. Dado que éste todo lo debilita, aquello que justamente nos evoca a un ser es justamente lo que habíamos olvidado (algo insignificante a lo que precisamente por eso dejamos toda su fuerza). Porque la mejor parte de nuestra memoria está fuera de nosotros, en una brisa húmeda, en el olor a cerrado de una estancia o en el aroma de un primer fuego, allí donde encontremos algo de nosotros mismos que desdeñó nuestra inteligencia por no verle el uso, la última reserva del pasado, la mejor, aquella que sabe hacernos llorar cuando nuestras lágrimas parecían haberse secado. ¿Fuera de nosotros? Mejor dicho en nosotros, pero sustraído a nuestra propia mirada, en un olvido más o menos prolongado. Sólo gracias a este olvido podemos de vez en cuando recuperar el ser que fuimos, situarnos frente a las cosas como lo estuvo él, sufrir de nuevo, porque ya no somos nosotros sino él, y él amaba eso que nos es ahora indiferente. A la luz de la memoria habitual, las imágenes del pasado palidecen poco a poco, se disipan, nada queda ya en ellas ni volveremos a encontrarlas. O más bien no volveremos a encontrarlas si no fuera porque algunas palabras quedan cuidadosamente guardadas en el olvido, lo mismo que se deposita en la Biblioteca un ejemplar de un libro que de no ser así sería inencontrable.
Marcel Proust, De la Imaginación y del deseo. María del Mar Duro,traductora. Barcelona: Ediciones Península, 2001: 104
domingo, octubre 01, 2006
Theodor Adorno, Minima Moralia: reflexiones desde la vida dañada.
sábado, septiembre 30, 2006
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sábado, septiembre 23, 2006
Anécdotas del regreso
La segunda semana me robaron la bicicleta amarrada con cadena frente a la biblioteca.
La tercera semana mi amiga me prestó su bicicleta y me la robaron del edificio principal, de día, sin cadena, tengo que admitir.
La cuarta semana me compré una bicicleta, una cadena y una cestita de metal para llevar libros.
La quinta semana me caí de la bicicleta y terminé en el hospital. Me fueron a rescatar los bomberos. Además de un hombro muy adolorido, no me pasó nada.
sábado, julio 15, 2006
martes, junio 27, 2006
en casa del cerrajero duerme el perro
lunes, junio 26, 2006
En el Camerín de las Musas en Buenos Aires se presenta actualmente El Lobo, de Pablo Rotemberg. La pieza de danza-teatro es una especie de rito escatológico, de exorcismo canino, de concierto de piano en clave de pintura oscura de Goya. En el escenario, que recrea un baño con bidet, inodoro y lavamanos, también habita un piano. Rotemberg toca el piano y baila en el espacio más allá de la imaginación, mostrando dominio de ambos medios al mismo nivel (que supera lo excelente, diría yo, sin querer sonar hiperbólica). El lobo se enjaula en el espacio de lo privado ( el baño) por voluntad propia. Expulsa el sufrimiento del cuerpo emocional a través del físico. Se viste y desviste de lama ( que es como decir de la ropa, que a la vez es como decir del fango que nadie quiere ver en las alcantarillas). Así, Rotemberg contamina los pensamientos más pulcros, te obliga a ser voyeur del asco, y se redime luego de embarrarte de danza hasta el aullido.
El doble de Gael
En el Camerín también, mientras comía con Sole, luego de correr bici por unas cuantas horas, le digo: Sole, mira a tu derecha-ahí está Gael García (Se lo dije bajito, para no sonar muy fan) . Sole mira y, desconfiada, alega. No, ése no es. Es muy bajito. Además, cómo lo vamos a tener ahí al lado, solo. Sole, ése es. El chico estuvo unos segundos al lado nuestro y luego se fue. Como mi amiga ha tomado talleres en el lugar conoce al dueño que, al vernos, se acercó a saludarla. Sole le dice que yo pensé haber visto a Gael García en el local, a lo que el dueño contesta. Pues pensó bien. Las dos soltamos una exclamación que a la vez decía hasta nunca Gael, cuando el dueño del Camerín añade: pensó bien, porque ese chico es el doble. Gael García rodará una película con un director que está ensayando en el local, y como el chico anda ocupado por el mundo, el cineasta ensaya a los actores con el doble. Ese es el doble de Gael, concluye el dueño, sólo que Gael es un poco más bajito
Sobre la Secta de los Perros
"De corte más informal y con un discurso más desenfadado, el segundo número de “La Secta de los Perros” es una revista de formato más pequeño, con un diseño gráfico más pop, que nos recuerda a veces una novela gráfica. Se trata de una revista más “hipe”, donde se acogen voces heterogéneas sin otro norte que no sea celebrar el discurso literario experimental y paródico. Apretado en 27 páginas, podemos leer en este número, entre otros, el discurso paralingüístico de Aravind Adyanthaya, la ciencia ficción con escolios de Pedro Cabiya, la poesía homoerótica de Manuel Clavell, una crítica embriológica de Pepe Liboy, así como una deliciosa reseña sobre una película porno de Armando Cruz Cortés. Editan la revista Rafael Acevedo y Mara Pastor."
domingo, junio 18, 2006
El patio de Cucha Cucha
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lunes, junio 12, 2006
viernes, junio 02, 2006
miércoles, mayo 31, 2006
domingo, mayo 14, 2006
viernes, mayo 12, 2006
Performers: Alethea Adsitt, Yari Alcaraz, Rachel Boggia, Kristin Hapke, Ellie Kusner, Ashley Mikal, Christina Providence.
a visual dance drama revealing the hidden affairs between woman in the turbulent 1930's. Set the score of music of the era, authentic love letters and air raid sirens, the cinematic atmosphere foregrounds love and desire while terrors of war, fear and homophobia hide in the haunting shadows.
Joyce SoHo Presents 2006
Thurs.-Sat. May 11-13, 8pm
Joyce SoHo Theater
100 Mercer St. (between Houston/Prince)
reservations 212-334-7479
viernes, mayo 05, 2006
Circuladô de fulô
posso guiá eviva quem já meu deu circuladô de fulô e ainda quem falta me
dá soando como um shamisen e feito apenas com um arame tenso um cabo e
uma lata velha num fim de festafeira no pino do sol a pino mas para
outros não existia aquela música não podia porque não podia popular
aquela música se não canta não é popular se não afina não tintina não
tarantina e no entanto puxada na tripa da miséria na tripa tensa da mais
megera miséria física e doendo doendo como um prego na palma da mão um
ferrugem prego cego na palma espalma da mão coração exposto como um nervo
tenso retenso um renegro prego cego durando na palma polpa da mão ao sol
enquanto vendem por magros cruzeiros aquelas cuias onde a boa forma é
magreza fina da matéria mofina forma de fome o barro malcozido no choco
do desgôsto até que os outros vomitem os seus pratos plásticos de bordados
rebordos estilo império para a megera miséria pois isto é popular para
os patronos do povo mas o povo cria mas o povo engenha mas o povo cavila
o povo é o inventalínguas na malícia da mestria no matreiro da maravilha
no visgo do improviso tenteando a travessia azeitava o eixo do sol
pois não tinha serventia metáfora pura ou quase o povo é o melhor artífice
no seu martelo galopado no crivo do impossível no vivo do inviável
no crisol do incrível do seu galope martelado e azeite e eixo do sol
mas aquele fio aquele fio aquele gumefio azucrinado dentedoendo como
um fio demente plangendo seu viúvo desacorde num ruivo brasa de uivo
esfaima circuladô de fulô circulado de fulô circuladô de fulôôô
porque eu não posso guiá veja este livro material de consumo este aodeus
aodemodarálivro que eu arrumo e desarrumo que eu uno e desuno vagagem
de vagamundo na virada do mundo que deus que demo te guie então porque eu
não posso não ouso não pouso não troço não toco não troco senão nos meus
miúdos nos meus réis nos meus anéis nos meus dez nos meus menos nos meus
nadas nas minhas penas nas antenas nas galenas nessas ninhas mais pequenas
chamadas de ninharias como veremos verbenas açúcares açucenas ou
circunstâncias somenas tudo isso eu sei não conta tudo isso desaponta não
sei mas ouça como canta louve como conta prove como dança e não peça que
eu te guie não peça despeça que eu te guie desguie que eu te peça promessa
que eu te fie me deixe me esqueça me largue me desamargue que no fim eu
acerto que no fim eu reverto que no fim eu conserto e para o fim me reservo
e se verá que estou certo e se verá que tem jeito e se verá que está feito
que pelo torto fiz direito que quem faz cesto faz cento se não guio
não lamento pois o mestre que me ensinou já não dá ensinamento bagagem de
miramundo na miragem do segundo que pelo avesso fui destro sendo avesso
pelo sestro não guio porque não guio porque não posso guiá e não me peça
memento mas more no meu momento desmande meu mandamento e não fie desafie
e não confie desfie que pelo sim pelo não para mim prefiro o não
no senão do sim ponha o não no im de mim ponha o não o não será tua demão
Haroldo de Campos
De Galáxias, 1963
En: Os Cem Melhores Poemas Brasileros do Céculo. Objetiva, Río de Janeiro, 2001: 303-304
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sábado, abril 22, 2006
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viernes, abril 21, 2006
Por Irizelma Robles
Le hago la guerra a Joserramón “Ché” Meléndez cuando leo y transcribo a mis fichas su escritura transvertida al sistema fonético-silábico tradicional, cuando en esa cartulina recortada transcribo ilo con h y narratibo con v. Pero esa guerra florida, ritualística, es tan mía como el entusiasmo y el apego a su escritura. Mara, mi buena pastora, se apega pegando, “yo fui el hijo de un puño” dice, apechugada en los pilares de esa Casa de la que salimos tan malqueridas que preferimos regresar al Ché por su texto pero no por sus formas, por su tez que en todos los libros fue amarilla.
Iniciar con el poeta mayúsculo es quizás incidir en su espesura, para espesurar con él una suerte de libro escaso que ahora leemos desde la carestía, pero “nadie recibe los dones para no huir, para no hacer visible la sobreabundancia o la carencia.” Es de Lezama. Mara Pastor alabalacera la carencia de La sílaba en la piel cuando cubre la piel de su libro con los colores casi-lezamas de aquel libro espeso que salió de José María Lima. Que fue amarillo como las páginas de Animal fiero y tierno porque “asombra la claridad (valió la pena el papel amarillo para opacar un poco) y queda un sabor a seco después de esta aridez”. Es del Ché.
La mejor de las pastoras porque recoge, agrupa, y se suma al rebaño. Pero también la peor por lo que tienes de mentirosa, por la costumbre de llamar al lobo para que te ayude a destasajar ovejas, hasta que un día llega sin aviso a quitarle toda esa lana a las palabras, que, desnudas, como los versos de Juan Ramón, suenan y sueñan. Pero aún viciosa, sanguinolenta, sigues con el parto de cuchillos hasta desprenderlas del sueño bonito, una, dos, tres ovejas brincan el tejado, para soltarlas al frío monte de la página, a desbarrancarse de tan nuevas por el cauce de tu vieja lengua. Bala de oficio, balido poema el tuyo.
Amarillo tu libro, como el de Lima y Ángela, porque amarillo es el fogonazo del disparo, la cera de las abejas, las alas de esas aves canarias, tan canarias como tú, amarilla de tez, si recordamos que en tu línea de ascendencia hay un español. Pero aquí el colonizado resulta ser el conquistador, dotando de luz nueva al lenguaje que alguna vez fue opaco cuchillo de pedernal destasajando el nahuatl, el quechua, el otomí.
2.
El Ché, otra vez, porque alabas la cera, bala será ala, era Alabalac como belfosacrántalinanqueresada es “belfo sacrán talinan qere sada/ bel fosacrán talin anqe resada/ bel fos acanta lin anqeres ada”. Eres ada de la res poética, tu verso favorito, el tasajo, tu acción plástica, desollar palabras. Lima, siempre, porque citas de “ el pájaro y su nombre/la bala con la inicial exacta/la curva atroz que marca/la tiniebla”. Sí, una pastora buena y una oveja terrible. ¿Qué falta de mansedumbre con el maestro y qué humildad cuando de todas sus pieles revestidas de pliegues, nos lanzas al barroco con los cuatro versos que van desde la libertad del pájaro a la prisión de la tiniebla, y no por una línea recta sino por la curva fatal de una bala? Ada de la res, déjame nombrar tu libro de la manera que yo quiera.
3.
Cuánto dolor en tus epígrafes, cuántas curvas malignas por mí misma debo enfrentar para llegar a tu primer poema de Ala, y resulta que no he entrado a tu casa y ya me heriste, ¿será que debo volver a la forma? Sí, a la forma de un ala rota.
Deambulando te quedas,
Verso,
Aleatoria
Caída de
páginas
Funámbulas
Balde de agua
Sobrevuela
Mi
ca
Beza
Lenturienta
Gotas ruedan
Poco a poco
Mito mal
ma
Nado
Bajan alas
Velocidad bala
Cera fundida
También se abalea con los contemporáneos, abatida en la voz que más dura se oye, en el “Nocturno en que nada se oye” de Xavier Villaurrutia. “Tragando hilos”, que ya en la página 19 deja ver la propuesta, la obsesión, el deseo de ser una con la página luego de fastidiarla con agujas y aguajes de abandono. Se oye a Ángela también: “Empieza a tejerse una maraña de qué sé yo qué cosa”. Se oye, todo.
Camino hasta chocar con una muralla de sombras
(no de piedra ni de valores
abrazados)
Me tropiezo con un hilo, me quema
Está encendido de luz
dura
Me trago el hilo, y es lo único que tengo
En el estómago rode ado de
paredes que hacen eco
Empieza a tejerse una maraña de qué sé yo qué
cosa
Que mancha, vuelta ritmo, mi voz: quemadura
Mi voz quema, dura,
cuando sube por mi gargantuan
Tocada por hilos desteñidos
Quitar la tinta
me asusta tanto
Como el grito entrelíneas desdoblando la página.
No, Villaurrutia, aquí las paredes ya no son de piedra, la ruina arqueológica ha sido suplantada por las ruinas humanas: vísceras, estómago de donde sale la voz si quema, este es su nuevo paisaje, un resqueamor, una acidez. “Buzón alado”, último poema de la serie ala, es un magnífico poema de amor biliar, una nueva categoría de amor en este libro de humores ácidos, sin embargo, no parece guardar rencores, al menos no en el hígado: “No soy de las que guarda sus enojos, que tengo las entrañas serenadas lanuda capa de vientos que soplan cuando asoman mis ansias entreabiertas.” Para enojarse tiene la escritura, por eso inventará un mito,
Siempre que encuentre plumas al bajar la escalera,Cuando el buzón, vacío,
Añore ser el búnker de algún
sello,
Guardaré el
vestido de los pájaros
En la guarida de sobres
Y
esperaré, mecida, a que
la nada vuele
Y que me traiga, a cambio,
Una
tórtola de cartas.
En la sección de poemas bala, el rebaño se dispersa, los balidos se disparan, sobretodo en “Lacerada“, poema que la cera da, poeta que te da la cera para que el lector lo amolde y acribille. “Cae la bala grieta/ La cera lacera con semiótica/en muchos otros planos/quién cae cuando te manchas/sino yo/espesura.” Como bien señalara Aurea María Sotomayor en la contratapa de este libro amarillo como la pús, bilioso de poesía: “Aquí halla uno un campo ya minado que es hoy un prado venenoso donde las vacas pacen.” Vacas, ovejas, da igual, lo realmente importante es saber que hay un paisaje cruentamente habitado en este libro, que a la rotura dejada por la bala le sigue el menjurje de la cera. Su poema “Silbaba desde la acera” sigue abalando el juego del language que ya vimos en “Lacerada” pero aquí Alí Babá lacera, el flautista de Hamelin no escucha “bien el silbido a este verso” pero insiste en tocar la flauta, el Camarón nunca llegó a cantar con Bebo, pero tampoco es Cigala, “se libra de todo con los chistes de verano y con apodos inventados”, y la poeta desde la acera silbando, sudando sus caracaras, también dice “qué me importa!, así encontré el hemisferio que buscaba“.
También a la escritora le da por sumar el paisaje mental de sus múltiples lecturas, loba veraz, lectora voraz, no le concede al poema ni un poquito de intuición y lo sé por el aviso:
“Ax(hue Quito)/by(hue Quito)=1”. O, que la lectura entra por los poros y la escritura es acribillar la caricia, que las dos nos dejan un huecote.
Sotomayor hubiera preferido más poemas en prosa, yo también. “La Venus con metralla” (que también podría llamarse “Odalisca del carnero”), dice en prosa tan poéticamente que “Hierve es como decir salado azul de espanto. Es como decir devora carne mientes. Es como decirle al ojo quema los metales. A la sal, llena los mares desolados. Hambre a la llovizna. Cueva al desmembrado.” Ángela y Lima, el Ché y Vallejo, Villaurrutia, desmembrados. Y nosotros, carne salada, y puesta a secar al sol. Ovejitas, así salimos de tu libro, tú eres la pastora, di por dónde…
Irizelma Robles- pelirroja, poeta y antropóloga, cuasi mexicana pero puertorriqueña, en fin. Su próximo libro será un estudio sobre la marejada de los muertos. “De Pez ida” (Isla Negra Editores, 2004), su primer libro, es una de las lecturas arrebatantes y adictivas de la poesía caribeña Este ensayo fue leído en la presentación del libro Alabalacera, en el Viejo San Juan, PR.
miércoles, abril 12, 2006
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¿Podríamos hablar de varios tipos de caníbales?, ¿de cuántos sabores son los caníbales? ¿quiénes los nombran? ¿quién es el abuelo de Calibán? ¿en qué lengua hablaba? Cannibalia, este hueso que no me canso de roer, contesta estas preguntas si te dejas morder. Visitar Cannibalia es como pasear por las calles de Octavia, la ciudad telaraña de Calvino, sólo que ésta es la ciudad de las calles como fauces, la ciudad en la cual las fauces se desatan.
Un hueso nos recibe. Un hueso solitario sobre un fondo blanco. Un hueso huérfano. La Cannibalia es una ciudad amplia. No todo es carne y mandíbulas en Cannibalia. Cannibalia está llena de Calibanas: de mujeres que devoran. Ese hueso solitario que nos recibe es la parte por el todo. Un hueso sobre un fondo blanco. ¿Qué nos dice? Ese hueso perdido en la inmensidad del no color, de la ausencia del color, es un presagio de la mirada “suavemente caníbal”. Un oxímoron al que se le tiene que chupar hasta el tuétano. Una antítesis provocadora.
Si el hueso es la invitación a Cannibalia, es la parte del todo, cabe decir que la palabra Cannibalia en sí misma es un hueso. Si roemos la palabra Cannibalia y le chupamos el tuétano nos topamos con un asunto medular. Cannibalia está escrita con doble ene. En su atractiva encuadernación, minimalista y rockera, se escribe con doble ene. ¿Qué nos dice la doble ene?
¿Error tipográfico de la primera impresión de portada? No. La doble ene, la repetición tipográfica, nos dice precisamente que ésta es otra ciudad. Que Cannibalia instaura otro modelo de caníbal, o cannibal (con doble ene) en la cual el sujeto poético se autoexilia. Recordemos que el caníbal es la metáfora del colonizador, es el mito del colonizado, es la representación del sujeto que maldice en la lengua del amo, como en La tempestad de Shakespeare, que es a su vez la dualidad Calibán/Ariel, representaciones de la caribeñidad que bien han sido refutadas o abrazadas por los pensadores latinoamericanos a través del siglo XX. El caníbal bien ha sido el sujeto codependiente del que nos habla Mannoni, así como la víctima del complejo de superioridad al que nos remiten Aimé Césaire y Glissant, el caníbal es la metamorfosis de Ti Noel en cuervo de la que nos habla Carpentier, del esclavo cimarrón, Macandal el rebelado, pero en Cannibalia el caníbal es todo eso y más, un sonido mudo nos da la suma correcta, la doble ene nos dice que esta ciudad -que este caníbal -que esta metamorfosis es otra.
La Cannibalia está dividida en cuantro capítulos que son: Cuaderno Desatado, Cuaderno Suelto, Cuaderno Ciudadano y Cuaderno de los suburbios. Los cuatro libros son cuatro unidades que se complementan pero que a su vez poseen temáticas y estéticas internas.
El primer capítulo “Cuaderno Desatado”, comienza con el epígrafe de Estrabón. El historiador romano que contó cómo los íberos llevaban consigo un veneno para matarse antes de que los mataran es también la voz del que señala al caníbal, es la voz que lo nombra. He aquí una de las funciones de la doble ene: subrayar que el sujeto poético se percibe ciudadano y extranjero, como la voz en “Tipología”, poema que me sabe al cuento “La carne” de Virgilio Piñera en los versos que leen : “que significa ingerir partes del propio cuerpo a lo sumo” (12).
La voz que nos dice “qué me falta qué te sobra” señala que el extrañamiento hacia la ciudad no es un síntoma del extranjero sino también del ciudadano. El sujeto se autoexilia, evocando a Hannah Arendt, de su condición humana, a consecuencia del acto de ser devorado y devorar.
En el “Cuaderno Desatado” no hay pretensión de genealogía ni ansiedad por ésta, en el sentido en el cual la cita Bloom, (el escritor/ padre que escribe el texto/ criatura), sino que el sujeto poético nos acerca al Odradek de Kafka, personaje que en palabras de Zizek es la representación del líbido como el órgano, la cancelación del padre o peor. “Odradek is the worst as an alternative to the father” (Zizek, Lacanian Ink 24).
En el primer poema del libro titulado, “De los caníbales” el doctor Chanca, es decir cualquier doctor de cualquier tribu como calibán o chacazulo, hace cannibal al sujeto poético. Este poema reflexiona sobre la fragilidad de las palabras “lamentablemente aderezadas como especias”, por ende, se abstiene de delimitar las fronteras del discurso poético y advierte que éstas, como la carne cruda, pueden ser corrompidas.
El cuaderno está desatado, no tiene hilvanada una nomenclatura ancestral ni le interesa. El sedimento es otra cosa. Son los restos de una sociedad carcomida, tiempo y espacio cancelados que aluden al Cronos de Goya que se come a los hijos. Las instituciones oficiales, la familia, la cultura y el lenguaje conforman los temas de la primera parte:
Devorar al padre
¿Qué haría pues mirándole a los ojos?
Imponer la ley y medir la distancia del deseo
Será, quizás, mi labor
En la estación tardía. (13)
En el poema “Considerar honorable” el último verso “Devorar, entonces, la mirada”, es la aproximación al método, devorar los discursos, las genealogías, las instituciones, pero también devorar los espacios íntimos del sujeto poético, hasta que impere “el alba”, la plenitud de la luz blanca en la que descansa el hueso.
El poema “Esperando ala víctima” introduce el imaginario de la mujer cannibal, “esa lentitud de mujer fecundada”, que será mucho más que la conciencia poética de la invención de un mito. ¿Quién se come a quién? Es una de las preguntas recurrentes de Cannibalia. Este poema y el que lleva por título “Suavemente caníbal” representan a la caníbal devoradora de conocimiento, una nostalgia intuitiva como la de la Maga de Cortázar. La canibalización de la estructura amorosa en sí y la construcción de la relación eroticocarnal aderezada con especias sirve de alegoría del trabajo poético: cuya “mordida suavemente cannibal danza en el olor a biblioteca quemada” (28). Somos una cadena de mujeres que devoran. El poeta lejos de concebirse como artesano o alfarero del arte poético, se asume cocinero de los versos, la mujer, el poema, es el plato a degustar, pero sin embargo, la gesta antropofágica va más allá, pues en el momento en que la mujer muerde suavemente caníbal y se crea la relación “mujer/poema” los versos engullen no sólo al cocinero sino al que está invitado a la cena, es decir, al lector.
El segundo capítulo o libro, “Cuaderno suelto” es la construcción de la ciudad como libro y el libro, a la vez, como cabeza degollada cabeza parlante, la cabeza que piensa la cabeza sobre el cuerpo, el sacrificio de la cabeza, como expresan los versos del poema “talking head”. La lengua foránea y el tiempo son los motivos devorados cuyo denominador común será el tono cínico de los perros que le mordieron la mano a Diógenes Laertius.
En vías de explicar cómo visualizo este capítulo les daré una referencia posantropofágica. En el 2003, salió al mercado el filme experimental “O Cinema Falado” de Caetano Veloso. El devedé incluye el vídeoclip de la canción “O estrangeiro” (El extranjero), aludiendo directamente al libro de Camus con el mismo nombre. La canción de Caetano remite a la escena de la novela de Camus en la que el protagonista se ciega con el extraño reflejo en la playa, desencadenando la serie de eventos que producen el “extrañamiento” del que nos hablan los formalitas rusos. En el vídeo Caetano camina por la orilla de la playa, la Bahía de Guanabara, seguido por dos extraños personajes, una bailarina y un sujeto enajenado. Refiriéndose a la Bahía de Guanabara, Caetano cantará “Soy ciego de tanto verla”. Al final del vídeo, la última toma es la de las fauces de un perro llenas de colmillos, alegoría tropicalista inspirada en el manifiesto antropofágico de Oswald de Andrade. Sin embargo, la antropofagia es una alegoría lejana, una reminisencia del acto de devorar la ciudad. En una lectura postantropofágica, el caníbal es un extranjero, un sujeto extrañado del espacio previamente canibalizado, lleno de nostalgia por la carne devorada. Con el gusto en las mandíbulas, pero cansado de roer los mismos huesos. Digamos que el yo lírico del Cuaderno Suelto me recuerda al perro del vídeo de Caetano. Sin embargo, volvamos a las pinturas oscuras de Goya. Pensemos en el perro de Goya. Quizá esa imagen resulta más acertada. Quizá la mirada extraviada del enigmático y solitario perro de Goya nos acerca más al efecto del extrañamiento que expulsa al sujeto del propio libro:
Salgo afuera de este Libro
que de tanto nombrar hace desaparecer
a los que mienta (36).
En este capítulo, Cannibalia no es una exploración sobre el espacio interior de la ciudad. Cannibalia es el testimonio de un sujeto lírico solitario que, desde un suburbio, no inefable sino lo contrario, mira hacia la ciudad que ya ha sido devorada. La ciudad lo visita en forma de mujer y el poeta teniéndola en su territorio, aprehensible, como una ciudad contenida, la degusta extrañado, como a una “alacena de dolor” en la cual “lo único feudal del camino es la arena”.
El tercer libro el “Cuaderno ciudadano” es el tratado sobre la incomodidad del sujeto autoexiliado. La unidad más política del libro que evoca al Vallejo de “España, aparta de mí este cáliz” y de los “Heraldos Negros” provoca deliberadamente incomodidad en el lector, que conduce al reconocimiento de los límites del terror, de la guerra, de la injusticia, con un tono predominantemente sarcástico, como el que prevalece en poemas de crítica social como el Ten con ten de Palés al que evoca Acevedo en el poema “Morder a los comensales”:
Ñam ñam suenan las mandíbulas
mientras los siente comensales
escuchan a los filósofos cantar
la deshumanización del sujeto
y delirar sobre el cyborg
la nueva figura subjetiva
para el postre. (44)
El ciudadano incómodo poetiza sobre la deshumanización de la Cannibalia. En este capítulo del libro, Acevedo apuesta al rock como filosofía de vida. Aquello que en “Instrumentario” sabía a blues, hoy en “Cannibalia” es puro rock anárquico. Amin Dada, la alegoría al sujeto irracional, es la caracterización poética del antihéroe patético:
Oh! Uh! Ah!
El insaciable general
Devora estrellas de su uniforme
Oh, tan travesti de la paz y visionario (45).
El sujeto lírico del “Cuaderno ciudadano” carnavaliza a los mentados héroes de la guerra del terror y los reduce a nombres irracionales, “Amin Dada”, el “doctor Chanca”, que sólo son capaces de balbucear los sonidos del caníbal, estereotipo con el cual el impealista simplifica la cultura del colonizado.
La repetición (46) “es un espejo, un espejo, un espejo lento”, el delirio, y la demencia hacen que este capítulo sea difícil de catar, pues sólo un lector avispado degusta el sabor de la incomodidad, sin embargo, por ese mismo sentimiento provocado a través de toda la sección el “Cuaderno ciudadano” es el capítulo con más unidad poética, en el que la genealogía sí es una finalidad. La poética de la incomodidad, la poesía como elemento de catarsis ante la injusticia, colocan a Cannibalia en el panorama de poetas latinoamericanos como Dalton, Rocka, Lima, Vallejo y Lizalde.
“Cuaderno de los suburbios” es el ciclo de poemas que cierra el poemario y que trabaja la noción de mujer/ciudad/ y a la vez mujer/móvil mujer calibana, mujer espejo de otras mujeres, que devorando las fronteras, llega a esa zona elástica citadina de los suburbios. El sujeto extranjerizado de los cuadernos anteriores, el ciudadano incómodo, autoexiliado, sardónico, se refugia en el espacio íntimo de la introspección , tono confesional, bitácora del amor caníbal que le deja al lector el sabor vouyerístico del que está leyendo los versos de un ermitaño que escribe con el tono “suavemente caníbal”, oximorónico, dual antagónico del erotismo obsceno que a la vez no deja de ser estético, delicado, minimalista y rockero, como el hueso sobre el fondo blanco, pues conjuga en sí mismo toda la nostalgia por la carne y la tristeza del hambriento, como en el poema en prosa “Locus amoenus”: “Uso las manos para acelerar tu recuerdo, para emanar algún modo. Ven a jugar con mi puente levadizo- murmuro inútilmente” (65).
En el poema “Perros” , los perros que llevo en cada herida son como las nueve bocas de Cerbero, las nueve cabezas que hablan en nueve lenguas distintas que obviamente conducen al rock, con ironía, degollando el discurso que nos asume como otros y devolviendo a cambio una poética de lo que está en el tuétano, como la médula, “la miel de los huesos”.
Admiro a este poeta por la capacidad que tiene de armonizar lo incómodo con la nostalgia por lo amado, que a la vez es la esperanza del pan del hambriento, admiro la musicalidad delicada y selectiva del sujeto cínico. Admiro la capacidad cinematográfica y teatral de su discurso poético, la fuerza de esta voz, enhebrada con las tiras de la carne de Pedro Mártir, la capacidad de estos versos de despertar en el lector el complejo de Pierre Menard, y ser el espejo, el espejo, el espejo lento que engulle lo que menta para apalabrarlo de nuevo.
Este ensayo fue leído en la presentación del libro “Cannibalia”, de Rafa Acevedo (Ediciones Callejón 2005) el 15 de marzo, y como parte del panel “Escribir para nadie desde Puerto Rico”, en la convención de Latin American Studies Association, el 17 de marzo de 2006.
martes, abril 11, 2006
I
A ella le molestaba nunca haberse terminado Paradiso.
Le molestaban esas metamorfosis de ejecutivo a hombre que mira
la hora constantemente en el reloj de muñeca que voltea la cabeza y antes
Y antes de que la cabeza roce con la barbilla al otro lado ya ahí ahí
Posa los ojos de nuevo en la hora que son las cuatro y cuarenta y cuatro
Todas las veces que miras y él, en cambio, solo sabe mirar minutos
A ella incluso el ejecutivo que era como decir hombre molesto en el reloj
Le decía que no se moviera mucho que lo que quería era que lo viera
A través del escorzo
Era otro hombre
Era otro hombro ella se dijo
Aquel por encima del cual la miraba Lezama.
II.
Con el tiempo descubrió
Más cuchillos en el pavimento
Más filos inesperados en la hoja que sobrepuebla las esquinas
Las esquinas que se ven desde la ventana
Si prefieres
III.
Érase un poema en una mujer huntado
Éra toda la profundidad en una línea viscosa
Mi coordenada es hiedra
IV.
Mandémolos de nuevo en una caravela crujiente
De nuevo mandemos a los que llegaron de frente
Mandemos con ellos
V.
En algún momento dormiré
Siempre me digo arrastrada en este campo minado
El mar de letras que en cada colmillo espanta
A los que mienta
VI.
Que sea la última vez en que le miras
El culo a un cuerpo muerto
VII.
El susto ya pasó:
la mecha en el galillo púrpura
es la sangre que acumulada en
los primeros versos te a-
pacigua