domingo, diciembre 05, 2010

Los prefijos y la crítica según Pabst y Kamtchowsky

-En los 70’s, en cambio, no había manera de sonar cursi. Podías mandarte que tu objetivo en la vida era ser un poeta maldito, y nadie se te reía en la cara. Ahora es diferente. Nuestra franja etaria se encuentra más evolucionada en sentido estético. Por estético me refiero a la actitud mental espontáneamente crítica hacia los acontecimientos, no meramente a la rastra de la acción ordenada. No sé que cantidad de neuronas entran en juego para configurar un arco de percepción de estas características, pero me parece que implica un operación bastante más compleja que la de “pensarse fuerza constituyente” de algo. Por otra parte, hay que considerar que las condiciones de posibilidad que hacen a una persona “interesante” en un momento determinado responden a una modalidad específica, legible. El derredor siempre te puede dar permiso para ser un pelotudo, pero no todos los permisos son válidos. Quiero decir, adscribir a una ética menos facilitante para el ingreso en la imbecilidad puede ser congelante, su efecto puede percibirse inmovilizador, pero al menos conserva la dignidad de la reflexión y de la autoconciencia. Claro que me refiero a la clase media, a una juventud de clase media más sanamente dada a la introspección.

Kamtchowsky observó que la diferencia tal vez estribara en la distancia entre sufijos y prefijos. Una generación de sufijos, como exhibe la morfología de "conciencia-en-sí" o "conciencia-para-sí", centra su atención en aquello que resulta, que se descuelga a posteriori (la sintaxis no miente) de la conciencia; por el contrario, una generación siguiente que ubica la cuestión de la conciencia en los prejuicios inherentes de su mirada opta por el prefijo, por la característica previa e intrínseca de la misma capacidad de razonamiento (e.g. auto-conciencia).
En Las teorías salvajes de Pola Oloixarac

"No comen niños, construyen ciudades" dice Rita Indiana

Luego el haitiano en la calle que viene a ofrecerle una estatuica de madera, que mejor comprársela que aguantar esa mirada de niño que odia y que le llena a uno el pecho como de miedos, no porque un vecino me dijera que los haitianos se comían a los niños, pues eso lo superé después de que los vi construir la mitad de la ciudad con sus brazos.

Rita Indiana en La estrategia de Chochueca (2003)