Vuelta
El gato de Julio se llamaba Teodoro Adorno. No por ello leo hasta las dos de la mañana, bajo la luz de mi lamparita roja, como de diseño animado, un libro tan delicadamente pesimista como Minima Moralia. No por ello leía el miércoles por la tarde, junto a la ventana, velando el silencioso pastar de los venados, “El perseguidor”. Resulta que hasta ese día no había visto a los secuaces de Diana en los alrededores, tan cerca. Tres. Entonces, mi mirada era hacia los venados como un perseguidor hacia un pianista en tarima. Un pianista llamado Felisberto, tal vez.
Invádolo usted, que me da alegría saberlo por estos lares. Si, he estado con "el perseguidor" y con Johny Carter, y tengo algo de Felisberto que quiero bloguiar hace días, pero no puedo bajar las imágenes que quiero. No sólo Borges, sino la mismísima mitad de la academia uruguaya (dígase Rodríguez Monegal), le hicieron la vida de cuadritos porque no lo supieron leer, porque no se parecía nadie. Ojalá pudiera dedicarme a bloguiar fogonazos ético-digitales, como dices, un abrazo
ResponderBorrarDesde hacía ñaos rehuía a Cortázar a partir de un amargo intento de lectura de Rayuela pero desde hace meses lo he redescubierto a partir de los cuentos.
ResponderBorrarNo usaré este espacio para hacerme una masturbación mental, sólo diré que salud por Cortázar, el hombre en cuyas enormes manos parecían estar concentradas las manos de todo el mundo.
Salud desde esta orilla.