Un buen día todos los bustos de Martí
comenzaron a hablar,
todos los hermosos bustos de Martí
comenzaron a parlotear a Martí.
Desde el Martí con cuerpo de Chacmool en el Vedado
hasta el de Villa Lugano, en Argentina,
o el de aquel parque tan céntrico en Shangai,
El mundo estaba lleno de Martís hablantes,
bustos de Martí que se encaminaban
como apóstoles al Popocatépetl
en rutas zigzagueantes y sonoras
hasta colocarse uno junto al otro,
todos los Martí de América,
todos los Martí del mundo,
todos los bustos de Martí.
Hubo quien creyó
que era el fin de los tiempos.
Hubo quien quiso enviar
a sus tropas anfibias
a sus periodistas para entrevistar
a alguno de los bustos de Martí,
pero el parloteo era tan masivo, estridente,
que un Martí hacia imposible escuchar al otro,
y todos a su vez se hacían rugido inofensivo,
plomo fundido, ceniza de árbol.
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