POESIA Y ALITERACIONPor Alejandro Carpio
Alabalacera, el flamante poemario de la novel Mara Pastor , trata sobre el amor, pero sobre todo trata de la poesía. También trata sobre alas, balas y cera. El juego de palabras y sonidos que el título sugiere va dándole sentido temático, hilo argumentativo, al conjunto poético. Acerca de lo bien planificado de la estructura del poemario me limito a hacer eco de lo que sus más entusiastas comentaristas han dictado: está bien (o sea, divertidamente) pensado.
El librito es un abracadabra por más de una razón: aparte de la imprevista magia que por momentos asalta al lector, la lógica fónica del texto tiende a la aliteración en "a". La poeta tiene, además, la facilidad de intercalar verso libre (en ocasiones eminentemente rítmico) con métrica regular cuando el efecto lúdico se lo pide. Y lo hace bien.
La intención, por momentos, parece apuntar hacia el vanguardismo. Por un lado, la mezcla de las tres imágenes rectoras es, de por sí, un advenimiento vanguardista. Por otro lado, el uso deliberado del palimpsesto (homenaje, glosa o calco de autores preferidos) y el uso de recursos como el calambur y el caligrama (entre otras recreaciones tipográficas), enmarcan al poemario en el efectismo que una vez perfiló la poesía de vanguardia. Esto podría explicar el ocasional dejo lorquiano (neoyorquino) y la sintaxis quebrada (y, por supuesto, los dibujos de Vania Lozano y Rolando Silva Meléndez que pueblan las páginas).
Se presenta una historia de amor en estas páginas, desde una temprana desfloración (¿auto-infligida?) hasta recriminaciones a un sujeto con una clavícula olorosa. Balas vuelan; alas baten; gotas caen. El tema principal del libro, no obstante, es la creación poética o, por decirlo de otra manera, el fetichismo de la palabra. Por momentos, la poeta abandona el entusiasmo primerizo y empieza a tocar temas mucho más interesantes (como el tiempo y la violencia como metáfora), aunque termine dándole el peso a aquéllos. En los unos como en los otros, la ejecución es lo verdaderamente afortunado.
"Anestética" y "Lacerada" son dos de los mejores poemas del libro, en especial por su uso del ritmo. El segundo de éstos es paradigmático del estilo del poemario, ya que incluye alusiones a las tres imágenes capitales: ala, bala y cera. Especial atención merecen los poemas en prosa del epílogo. Aquí la poeta se desata y habla en un tono abstruso y plurivalente, absurdo y conmovedor, que obliga al lector a pausar, releer, interpretar y desenmarañar su naciente voz. El descaro con que la voz poética exige que se le atienda no es vicioso: hay cosas aquí que merecen ser desentrañadas.
El poemario puede ser un ala balacera o puede indicar que la poeta va a la balacera. Quizás no, quizás simplemente alaba la cera. Sea lo que sea, invita a la lectura ya que vuela como ala, impacta como bala y quema como cera.
Alejandro Carpio es estudiante de literatura.
EL NUEVO DIA; La revista, domingo 15 de octubre de 2006.
NUEVO LUSTRE POÉTICO EN TERRANOVA
Por Francisco Font Acevedo
Alabalacera de Mara Pastor apuesta desenfadadamente a la exploración de la forma a partir de los tropos Ala, Bala y Cera que unidos conforman el título del poemario. En éste la voz poética y la forma componen una unidad indisoluble a través de un ágil y dinámico discurso preformativo. Así, por ejemplo, en el poema “Tragando hilos”, la voz poética, en diálogo con la poesía de Xavier Villaurutia, nos dice (y cito): “mi voz, quemadura vuelta ritmo / mi voz, que madura cuando sube, y grito”. Estamos, pues, ante un discurso vigoroso que no cede en su empeño de sorprendernos en cada página con un giro nuevo que provoca la complicidad del lector.
En “Trágico voyeur” esta motivación se logra de forma magistral al desnudar la mecánica de la lectura (y cito): “Sujeto que cabiz / bajas tu primera estrofa / cuelas la niña de tus ojos / por la rendija de este verbo por si alguien se asoma, / y adviertes fluires de conciencias ajenos”. Aquí el poema opera como un espejo en que el lector queda vergonzosamente al descubierto. Estos rasgos le confieren a los poemas una notable cualidad plástica.
Mara Pastor nos revela, además, una cultura poética amplia y madura. Las intertextualidades abundan, no como alarde de erudición, sino como una forma de imprimirle mayor dinamismo al texto. En este sentido, el diseño mismo del libro (las tapas, la tipografía y la inserción de dibujos) rinde un merecido homenaje a La sílaba en la piel de José María Lima editado por Che Melendes en 1982.
De discurso vigoroso, lúcido y experimental, celebramos en Alabalacera de Mara Pastor la emergencia de una voz poética sólida, madura y necesaria.
Publicado originalmente en Radio Universidad
MALABARISTA DE LA PALABRAPor Mario Alegre Barrios / malegre@elnuevodia.com “Alabalacera” nació sin pretensiones de ser libro, alimentado básicamente por la vocación de malabarista de su autora, como un espacio para jugar con los dactílicos y los trocaicos, como un intento de encontrar en la palabra una nueva vía para satisfacer esa inquietud tan de ella de querer irse siempre para otro lado.
A primera vista es difícil imaginar que en esa joven menuda y de gesto apacible cohabiten tantas mujeres, al menos tantas con vocaciones tan disímiles, porque en Mara Pastor vive una poeta, una matemática, una lectora, una malabarista, una actriz, una narradora, una astrónoma, una escultora y quién sabe cuántos seres más que convergen y se yuxtaponen al conjuro de la palabra que -como el fuego- es la materia prima con la que ella construye y deconstruye diariamente su cosmos.
A los 8 años de edad Mara ya sabía con certeza lo que deseaba hacer en la vida: escritora. Casi dos décadas después a esa certidumbre se le han adherido los brasas incandescentes de una obsesión que traduce el Universo con los signos de la escritura.
No fueron poemas lo primero que Mara escribió, sino diarios científicos, seducida por la rotación de los planetas, por ese ballet cósmico que sucede sin que nos demos cuenta cabal. “Eso fue lo que comencé a hacer: una libreta con cosas de ésas... me encantan la astronomía y las matemáticas. Ya en la universidad me cambié a Literatura Comparada y Estudios Hispánicos. Así me gradué y ahora hago mi doctorado en Literatura comparada en la Universidad de Notre Dame.
Si bien el poemario Alabalacera (publicado por Terranova) es su primer libro, Mara asegura que la poesía llegó tarde en su vida y que antes de eso era la narrativa su pasión, bien para leer, bien para escribir. “La poesía se me hacía muy pesada, muy densa y ni fue sino hasta que llegué a la universidad que la academia me dio bagaje académico para entender la poesía como género”, apunta.
Proceso orgánico
Con una amplia sonrisa, Mara acepta que la acrobacia verbal que manifiesta en Alabalacera se le da “muy bien” porque, entre otras cosas, fue realmente malabarista en un grupo teatral y todavía hace malabares con fuego. “Aprender ese arte me hizo desarrollar el talento con la palabra”, explica. “El malabarismo demanda mucha disciplina y eso me ha servido para dominar la faena escultórica con la palabra. En realidad, para mí es mucho más difícil escribir poesía que cualquier otra cosa... cuando escribo poesía me pongo insoportablemente obsesiva”.
Mara recuerda que Alabalacera nació a lo largo de un internado que realizó en España en la Fundación Ortega y Gasset, con poemas que no tuvieron en su génesis las pretensiones de convertirse en parte de un libro. “Este libro comenzó a cuajarse poco a poco... regresé a Puerto Rico y me mudé con tres amigas, una poeta, una cantante y una antropóloga. Comencé a trabajar como correctora en Primera Hora... salía después de la medianoche y le dedicaba a los poemas las madrugadas”, apunta. “Se hizo a su paso, after hours, a partir de una idea que tuve en torno a la Venus de Willendorf, una figurita milenaria que es una especie de fetiche de la fertilidad”.
Los poemas se fueron escribiendo en papel cuadriculado, de manera orgánica y con el reto recién descubierto con fascinación por los dactílicos y los trocaicos -estructuras gramaticales propias del verso- mientras Mara estudiaba con Carmen Vázquez y Juan Gelpí. “Escribía los poemas de un tirón y luego, cuando les sacaba los dactílicos y los trocaicos, les encontraba coherencia rítmica interna”.
Luego de asegurar que todo acto de escritura -sin importar el género- es también un ejercicio de desnudez para quien lo practica- Mara asegura que es responsabilidad del lector asumir siempre el texto como un artificio. “Ese es el desafío en el que la responsabilidad de lo escrito no es únicamente del autor”, apunta. “En el caso de este poemario, el título esta compuesto por tres partes ‘ala’, ‘bala’ y ‘cera’. El último es quizá el más personal, el más vivencial. ‘Bala’, por el contrario, es un personaje histriónico... no soy yo, no es mi historia. Invento personajes metapoéticos y les doy una vida que nada tiene que ver con la mía. Estos poemas, más que desnudarme, me disfrazan”.
Sin acentos melodramáticos -con una paz inmensa- Mara acepta que se siente abrumada por la realidad y que en todo encuentra un motivo para la rebeldía, que es donde nace en primera instancia la necesidad de decir, la necesidad de escribir. “Tengo otro poemario sin publicar que se titula Oxido... está armado con una escritura corroida, que se va degradando como sucede a los metales con el paso del tiempo... es un poemario lleno de salitre”, comenta con amor de madre. “No sé cuándo lo voy a publicar... tengo que procesar lo de Alabalacera, que me ha traído la sensación de estar abrumada por el mundo y por todo... todo el tiempo me quiero ir de todas partes, pero sobrevivo. Estoy aquí porque no quiero estar donde estaba y ya tampoco quiero estar aquí... me quiero ir y me quiero quedar, no sé, es muy extraño”.
EL NUEVO DIA, 04 de junio de 2006.
DESDE LA CARESTÍA: SOBRE ALABALACERAPor Irizelma Robles
(Este ensayo fue leído en la presentación del libro
Alabalacera, en el Viejo San Juan, PR.)
Le hago la guerra a Joserramón “Ché” Meléndez cuando leo y transcribo a mis fichas su escritura transvertida al sistema fonético-silábico tradicional, cuando en esa cartulina recortada transcribo ilo con h y narratibo con v. Pero esa guerra florida, ritualística, es tan mía como el entusiasmo y el apego a su escritura. Mara, mi buena pastora, se apega pegando, “yo fui el hijo de un puño” dice, apechugada en los pilares de esa Casa de la que salimos tan malqueridas que preferimos regresar al Ché por su texto pero no por sus formas, por su tez que en todos los libros fue amarilla.
Iniciar con el poeta mayúsculo es quizás incidir en su espesura, para espesurar con él una suerte de libro escaso que ahora leemos desde la carestía, pero “nadie recibe los dones para no huir, para no hacer visible la sobreabundancia o la carencia.” Es de Lezama. Mara Pastor alabalacera la carencia de La sílaba en la piel cuando cubre la piel de su libro con los colores casi-lezamas de aquel libro espeso que salió de José María Lima. Que fue amarillo como las páginas de Animal fiero y tierno porque “asombra la claridad (valió la pena el papel amarillo para opacar un poco) y queda un sabor a seco después de esta aridez”. Es del Ché.
La mejor de las pastoras porque recoge, agrupa, y se suma al rebaño. Pero también la peor por lo que tienes de mentirosa, por la costumbre de llamar al lobo para que te ayude a destasajar ovejas, hasta que un día llega sin aviso a quitarle toda esa lana a las palabras, que, desnudas, como los versos de Juan Ramón, suenan y sueñan. Pero aún viciosa, sanguinolenta, sigues con el parto de cuchillos hasta desprenderlas del sueño bonito, una, dos, tres ovejas brincan el tejado, para soltarlas al frío monte de la página, a desbarrancarse de tan nuevas por el cauce de tu vieja lengua. Bala de oficio, balido poema el tuyo.
Amarillo tu libro, como el de Lima y Ángela, porque amarillo es el fogonazo del disparo, la cera de las abejas, las alas de esas aves canarias, tan canarias como tú, amarilla de tez, si recordamos que en tu línea de ascendencia hay un español. Pero aquí el colonizado resulta ser el conquistador, dotando de luz nueva al lenguaje que alguna vez fue opaco cuchillo de pedernal destasajando el nahuatl, el quechua, el otomí.
2.
El Ché, otra vez, porque alabas la cera, bala será ala, era Alabalac como belfosacrántalinanqueresada es “belfo sacrán talinan qere sada/ bel fosacrán talin anqe resada/ bel fos acanta lin anqeres ada”. Eres ada de la res poética, tu verso favorito, el tasajo, tu acción plástica, desollar palabras. Lima, siempre, porque citas de “ el pájaro y su nombre/la bala con la inicial exacta/la curva atroz que marca/la tiniebla”. Sí, una pastora buena y una oveja terrible. ¿Qué falta de mansedumbre con el maestro y qué humildad cuando de todas sus pieles revestidas de pliegues, nos lanzas al barroco con los cuatro versos que van desde la libertad del pájaro a la prisión de la tiniebla, y no por una línea recta sino por la curva fatal de una bala? Ada de la res, déjame nombrar tu libro de la manera que yo quiera.
3.
Cuánto dolor en tus epígrafes, cuántas curvas malignas por mí misma debo enfrentar para llegar a tu primer poema de Ala, y resulta que no he entrado a tu casa y ya me heriste, ¿será que debo volver a la forma? Sí, a la forma de un ala rota.
Deambulando te quedas,
Verso,
Aleatoria
Caída de
páginas
Funámbulas
Balde de agua
Sobrevuela
Mi
ca
Beza
Lenturienta
Gotas ruedan
Poco a poco
Mito mal
ma
Nado
Bajan alas
Velocidad bala
Cera fundida
También se abalea con los contemporáneos, abatida en la voz que más dura se oye, en el “Nocturno en que nada se oye” de Xavier Villaurrutia. “Tragando hilos”, que ya en la página 19 deja ver la propuesta, la obsesión, el deseo de ser una con la página luego de fastidiarla con agujas y aguajes de abandono. Se oye a Ángela también: “Empieza a tejerse una maraña de qué sé yo qué cosa”. Se oye, todo.
Camino hasta chocar con una muralla de sombras
(no de piedra ni de valores
abrazados)
Me tropiezo con un hilo, me quema
Está encendido de luz
dura
Me trago el hilo, y es lo único que tengo
En el estómago rode ado de
paredes que hacen eco
Empieza a tejerse una maraña de qué sé yo qué
cosa
Que mancha, vuelta ritmo, mi voz: quemadura
Mi voz quema, dura,
cuando sube por mi gargantuan
Tocada por hilos desteñidos
Quitar la tinta
me asusta tanto
Como el grito entrelíneas desdoblando la página.
No, Villaurrutia, aquí las paredes ya no son de piedra, la ruina arqueológica ha sido suplantada por las ruinas humanas: vísceras, estómago de donde sale la voz si quema, este es su nuevo paisaje, un resqueamor, una acidez. “Buzón alado”, último poema de la serie ala, es un magnífico poema de amor biliar, una nueva categoría de amor en este libro de humores ácidos, sin embargo, no parece guardar rencores, al menos no en el hígado: “No soy de las que guarda sus enojos, que tengo las entrañas serenadas lanuda capa de vientos que soplan cuando asoman mis ansias entreabiertas.” Para enojarse tiene la escritura, por eso inventará un mito,
Siempre que encuentre plumas al bajar la escalera,
Cuando el buzón, vacío,
añore ser el búnker de algún
sello, guardaré el
vestido de los pájaros
En la guarida de sobres
Y
esperaré, mecida, a que
la nada vuele
Y que me traiga, a cambio,
Una
tórtola de cartas.
En la sección de poemas bala, el rebaño se dispersa, los balidos se disparan, sobretodo en “Lacerada“, poema que la cera da, poeta que te da la cera para que el lector lo amolde y acribille. “Cae la bala grieta/ La cera lacera con semiótica/en muchos otros planos/quién cae cuando te manchas/sino yo/espesura.” Como bien señalara Aurea María Sotomayor en la contratapa de este libro amarillo como la pús, bilioso de poesía: “Aquí halla uno un campo ya minado que es hoy un prado venenoso donde las vacas pacen.” Vacas, ovejas, da igual, lo realmente importante es saber que hay un paisaje cruentamente habitado en este libro, que a la rotura dejada por la bala le sigue el menjurje de la cera. Su poema “Silbaba desde la acera” sigue abalando el juego del language que ya vimos en “Lacerada” pero aquí Alí Babá lacera, el flautista de Hamelin no escucha “bien el silbido a este verso” pero insiste en tocar la flauta, el Camarón nunca llegó a cantar con Bebo, pero tampoco es Cigala, “se libra de todo con los chistes de verano y con apodos inventados”, y la poeta desde la acera silbando, sudando sus caracaras, también dice “qué me importa!, así encontré el hemisferio que buscaba“.
También a la escritora le da por sumar el paisaje mental de sus múltiples lecturas, loba veraz, lectora voraz, no le concede al poema ni un poquito de intuición y lo sé por el aviso:
“Ax(hue Quito)/by(hue Quito)=1”. O, que la lectura entra por los poros y la escritura es acribillar la caricia, que las dos nos dejan un huecote.
Sotomayor hubiera preferido más poemas en prosa, yo también. “La Venus con metralla” (que también podría llamarse “Odalisca del carnero”), dice en prosa tan poéticamente que “Hierve es como decir salado azul de espanto. Es como decir devora carne mientes. Es como decirle al ojo quema los metales. A la sal, llena los mares desolados. Hambre a la llovizna. Cueva al desmembrado.” Ángela y Lima, el Ché y Vallejo, Villaurrutia, desmembrados. Y nosotros, carne salada, y puesta a secar al sol. Ovejitas, así salimos de tu libro, tú eres la pastora, di por dónde…
PROCURE NO INTERRUMPIR
La poeta Mara Pastor será la anfitriona del evento “Poetry is Busy”, el domingo, 30 de diciembre y el 3 de enero, a las 8 p.m., en el Café Seda del Viejo San Juan.
Por Dalila Rodríguez Saavedra / Especial El Nuevo Día
Si camina por la calle San Sebastián en los próximos días, quede prevenido de no interrumpir la poesía.
Aunque la poesía está presente en casi todos los resquicios de la vida diaria, y sus imágenes y vivencias no son exclusivas de los poetas, este género estará “ocupado” en sí mismo, en su propio homenaje. La poesía será premiada y celebrada con amistad, versos por supuesto, frías y tragos y alguno que otro performance artístico.
La poeta Mara Pastor será la anfitriona del evento Poetry is Busy este domingo 30 de diciembre y el 3 de enero. El evento, que tendrá espacio desde la 8 p.m., en el Café Seda #157 de la calle San Sebastián de la isleta sanjuanera, contará con la participación de amantes de las estrofas, como Yara Liceaga, Guillermo Rebollo Gil, Rafa Franco, Karina Claudio, Rafael Acevedo, Xavier Varcárcel, entre otros que se han sumado a la noche ininterrumpible, “que se convirtió en una serie por casualidad, y toda la coordinación ha sido improvisada”, aseguró Pastor.
Sin embargo la hermandad y buen ánimo de los colaboradores ha hecho que lo que surgió como “accidente” se haya convertido en uno de los eventos literarios de esta Navidad. “Monté el evento en Facebook, porque desde donde estoy era lo más práctico. Agarré una foto de mi amiga (y fotógrafa) Libertad Ayala, de su serie Surreal Mind, y la usé para la invitación. Xavier Valcárcel ayudó con el flyer. Axel Alfaro va a documentar todo en vídeo. Y ya estaba. Un evento. Hizo sentido que fuese la frase menos poética en inglés. No quiero sublimar la poesía ni buscar el verso más bello para las cosas. Quisiera énfasis de las lecturas”, manifestó la también autora del poemario Alabalacera (Terranova 2006).
Pastor asegura que lo más interesante ha sido ver los problemas que resultan de la selección de escritores. “Cómo organizar al grupo, qué límite trazar en cuanto a la distribución del tiempo. Quisiera abogar por el espacio que condicione menos lo que cada uno quiere decir ese día en el lenguaje que quiera decirlo”.
¿Qué te motivó hacer este evento?
Hace tiempo que no leo en actividades poéticas en Puerto Rico, ni asisto a ellas. Antes tampoco sabía cómo leer mi trabajo y sentirme cómoda con él. Resulta difícil encontrar una voz. Desde que comencé a memorizar mi trabajo algo cambió. Entonces desprenderme del papel hizo que mi poesía se entendiera mejor a sí misma. Decidí hacer esta serie de lecturas, porque realmente nunca he presentado mi trabajo desde este lugar poético que te describo.
El nombre de la actividad, ¿cómo surgió?
Como tenía el tiempo contado le pregunté a Yara Liceaga, mientras chateábamos, qué nombre ponerle a la actividad. Cuando tu estatus dice “busy” en el chat y le escribes a la persona, el sistema te dice “Tal-persona is busy: you might be interrumpting”. Me interesa cómo estos programas te regañan; quieren que te sientas culpable por intervenir el espacio del otro. Entonces Yara me lo sugirió.
¿Cómo fue el proceso de selección de los poetas de este evento? ¿Son reconocidos?
Invité a escritores con los que me comunico con frecuencia, a los que les tengo confianza y que me confirmaron rápidamente. Invité a escritores cuyos trabajos quería escuchar. Algunos son reconocidos, otros sólo los he leído a través de sus blogs. Muchos nos hemos leído a través de proyectos editoriales alternativos como Derivas.net, la Agenda fotográfica o las revistas Huevo Crudo o La secta de los perros.
Hace un tiempo leí que existen dos tipos de poetas: los llamados poetas de la experiencia y los poetas del conocimiento, ¿qué opinas?
A veces los cactus renuevan el lenguaje. La experiencia y el conocimiento suceden a la vez. Te pinchas con una espina y la experiencia te puede hacer inventarte una palabra para quejarte, pero también te da el conocimiento de lo que es ese dolor. Depende desde dónde escribamos, y esto quiere decir que se puede escribir desde un ovillo, desde el agua, y si crees en la sicografía, desde la muerte. La vocación tiene que ver con ambas cosas. Existen muchas combinaciones para la poesía.
¿Qué elementos debe tener un buen relato poético?
Debe tener accidentes, reconciliaciones y dudas.
¿Qué dirías a las personas que quieren escribir poesía, pero piensan que el apelativo poeta es dos tallas más grande?
Escriban poesía y llámenla verdezas o no la escriban, pero no le roben “al vecino su mejilla”, ni le arrebaten “los pies al caminante”, como diría José María Lima.
EL ORIGEN DE LOS PÁRPADOSReseña de Marta Aponte AlsinaEn El ojo en la mitología: su simbolismo, Juan Eduardo Cirlot recorre, con horror y fascinación, las correspondientes figuraciones irracionales: el mal de ojo, las efigies heterotópicas (cuerpos cubiertos de ojos), mitos orientales, leyendas griegas y cristianas. Émulo de los surrealistas, Cirlot acude al método de la analogía para explicar sinrazones, desde las personificaciones solares ("el ojo puede ver el sol porque es un sol") hasta los desplazamientos más siniestros. Cierra el libro una cita de Carl Jung: “El ojo representa… al seno materno… la pupila del ojo es un niño. Así el gran dios vuelve a ser niño, penetra el seno materno para renovarse”.
El origen de los párpados, de Mara Pastor, se ha escrito desde esa propedéutica materna, la presencia de las mujeres de la casa propia y las lecciones de los poetas influyentes de las casas grandes de las tradiciones (Angela María y Lima y Áurea Sotomayor, de este lado); los párpados, esas cesuras que marcan las intermitencias de la tinta en la página en blanco, las pausas de la respiración, la extensión de los versos, las visiones y cegueras.
En las pupilas infantiles anida el ancestral bosque de símbolos. La marca de la poeta es el reconocimiento, la apropiación, la domesticación de esos símbolos atroces, como quien oye el canto de las sirenas, o acaso el aullido de los licántropos y aún mantiene la muñeca firme, el gesto preciso, el control del parpadeo.
Un pensamiento rector se enfrenta a la dispersión, e incluso la provoca, en algunos versos sin conjunción ni “término medio”. Es difícil desprender del conjunto el poema más hermoso, así que escojo uno donde se evoca toda una poética:
Cómo abecedeas
las pestañas sonámbulas.
Rastro de espasmo.
Presencia ineludible
de humo, de humo,
he dicho.
Acomodo los muebles
según la primera sílaba del silencio.
Con ella, coso la derrota de la mirada
que me regalaste aquel día
lejano como los nacimientos
y curiosamente consigo
sacudir los retrovisores,
aunque ya no vamos tarde
a la escuela.
Es la última etapa
de un colapso gravitacional
es.
(“Deletreando a oscuras”)
Entonces escribir es acomodar y reacomodar muebles, y también reparar muebles rotos a los que les falta o les sobra algo. Entonces el término medio que conjuga la dispersión y cose la desgarradura de las pérdidas es la suerte de reacomodar sílabas en palabras propias -deluvio, abecedear, huellar- ("Qué maroma/inventarse un verbo,/ que haga justicia/ a su accidente") o hacer que afloren imágenes obsesionantes ("insecto de cafeína"; "No hay tema/ universal por el cual/ a las mujeres/ se nos caen los dientes" ). Entonces escribir es cambiar los muebles de sitio ("Estuve todas las rocas/pensándolas/como a dos ramitas tristes"). Poseer el tiempo, o hacer como si fuera posible lo imaginable. Entonces el cierre, la seca entrada en el silencio, es la entrada del lector en la jaula del libro, cautiverio y provocación, donde el pasado se rehace en la “devoción del momento” (Francisco José Ramos) y coinciden los opuestos: la que mira y la mirada, el ojo y la pupila, la figura materna, hija de la hija que la concibió y le cierra los párpados:
Emma posó con su vestido
negro de lentejuelas
-maquillada y con cancanes-
al lado del televisor.
Nadie le dijo entonces
que el futuro sería
la batita de casa
el ruido de las noticias.
Sólo eso.
(“Aquella foto en blanco y negro”)
Este libro descubre y encubre la finura de un arte sin alardes: el rigor del oficio; la inteligencia tácita, libre de vacilaciones borrosas tanto como de cicaterías cínicas; una escritura sabia, entre el sonido y la furia, y la distancia empeñada en reparar las palabras, y en quererlas.