jueves, abril 10, 2008

ésta que escribe no eres tú


Tengo el síndrome de la impostora. Confieso a diario mi pesar para que me señalen y me digan “lárgate, mentirosa” y en cambio todos se empeñan en decirme que es una buena cualidad.

¿A qué te dedicas?
A llegar tarde a las reuniones, a leer de menos para las clases, a decidir dónde estaré mañana, dónde tendré menos reglas y gastaré menos dinero.

Algo de anarquía, de empatía, de ansiedad y de amor me acompañan en el camino. Hoy, hoy qué. Quizás yo misma, en la curva de mí, me huyo. En alguna línea colada dentro de uno de los ensayos que preparo se sumerge el verso que busco. Haré una misión exploratoria de rescate. Nada de peces en el trayecto si vas por el aire. Lo único de pájaro que he visto en estos días fue un pico de algún cuerpo que ya había sido devorado. Demasiados mapas sólo sirven para confundir.

Congenio a ritmos disímiles: dos páginas de ensayo, medio poema; borro una página y termino el poema. Se me resiste el lenguaje (Des-fluyo en una cinta de moebius) No se me resiste. Me resisto yo.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis aviones. Abro páginas, hago búsquedas. Más millas, menos millas. Subalquilar se ha vuelto la oración de cada tarde. No compro ninguno. Me quiero quedar derritiéndome al lado de la ventana. No. Me quiero ir a la playa, al ladrillo, a las plazas con gente en sandalias, a él. Despertar al lado de los trabajadores se ha vuelto una acción privilegiada.

Siete, ocho, nueve insomnios. Aún no termino, casi que no empiezo. Fotografía y poesía. Documental y poesía. Locura y poesía. Hambre, carros, manicomio. Adónde quiero llevarla. Casar nunca ha sido un verbo en mi repertorio. Qué muerta me acompaña en la cacería. Sí, lo sé, disímiles e iguales. Será un “coming about through splitting”, cómo lo traduzco. Ninguna idea es original, pero las absorbo por default. ¿Acaso para vomitarlas? Academy: Qué hay acá de mí.

Jugar raquet se ha vuelto capital simbólico. Pegarle a la bola y olvidarlo todo. Reírme como las niñas. Recordar cuando jugaba con otras niñas. Un punto dentro, otro fuera: no contar es más divertido, inventarnos las reglas. Hacer amigas es compartir el jabón, me dicen.

En la revista, todos agotados por el final del semestre nos tiramos los perros, o las manchas del tigre. El horizonte está ahí en forma de espalda y te acercas para mirar la caída. Te relames. Si te tiras, qué puede pasar que no haya pasado ya, aunque sea en ficción. El simulacro puede ser preámbulo de la verdad. Caminar es el mejor ejemplo. Estás segura. La ética es de aquel que escribe el libro, el poema, el ensayo que tiene que escribir, también te han dicho. Por eso, ya quiero estar en esa ciudad que tanto me sabe sin yo casi conocerla. Caminar sus calles rodeada de mí y de mercados en acepciones caducas.

Su voz quebrada me arrulla. Cuántos intentos para finalmente decirlo, así, sin caminitos brumosos. Me disloco en cada tecla, aunque he vuelto a escribir a mano. La bisagra que une mano y brazo no se puede llamar muñeca. Perdón, no fui yo quién tocó “enter”. Convenzo a personas que no he visto a que vengan a mi encuentro, como si reconocerse fuese cuestión de vacíos.

5 comentarios:

  1. Sympathy for lady contemplative.
    Cariño.

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  2. pues si...

    todo eso por medio peso.

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  3. Hacer amigas es compartir el jabón, me dicen.

    uf

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  4. oh¡

    yo también¡ o no¡

    un abrazo Mara

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  5. esto me encantó. lo único que puedo decirte es que mi jabón es tu jabón, cualquier día, en mexico en puerto rico, en la academia o en la pobreza nómada.

    te quiero!

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