Yara Liceaga
San Juan, 22 oct (EFE).- Una generación de jóvenes poetas puertorriqueños ha encontrado con mucha imaginación e ingenio nuevos formatos originales para publicar sus obras al margen de las editoriales tradicionales.
A la pluma, el bolígrafo, el papel o la computadora tradicionales, se suman ahora elementos de encuadernación clásica japonesa, hilos encerados, cartones, plásticos, tuercas, tornillos y hasta botes de medicinas como materiales para publicar.
Las principales librerías puertorriqueñas distribuyen desde el pasado agosto el último libro de la Mayda Colón, "Dosis", con forma de bote de pastillas y en cuyo interior, en lugar de grageas para paliar alguna dolencia, se esconden 44 poemas.
Todos ellos tienen un mismo hilo argumental: "la ausencia nunca es feliz", dijo a Efe la autora.
Los 44 poemas "enfrascados" en "Dosis" se suceden en un mismo papel continuo de 3 pulgadas (7,6 centímetros) de ancho por 8 pies (2,4 metros) de largo con un apéndice, o "colofón", en forma de receta médica separada del poemario, que "aunque no propone soluciones a la ausencia", Colón asegura que "las palabras salvan".
El pionero de esta nueva generación de rapsodas boricuas que además de escribir diseñan y fabrican sus libros es Urayoán Noel, autor "y gestor" de "Las Flores del Mall" (2000), en el que jugando con el título del clásico del poeta maldito francés Charles Baudelaire (1921-1967) repasa la "cultura chatarra" de Puerto Rico.
Noel explicó a Efe que produjo su libro, convertido ya en obra de culto local, haciendo fotocopias de sus poemas, que unió con tuercas y tornillos y que forró, para la portada y la contraportada, con una gruesa capa de plástico del sofá de su abuela.
Para su autor, "Las flores del Mall" es un gesto "pop dentro de lo verdaderamente conceptual" o un "fetiche de lo artesanal" inspirado en los "panfletos artesanales" que el poeta boricua-neoyorquino Pedro Pietri (1944-2004) repartía en el Nuyorican Poets Café de Nueva York.
Noel asegura que los libros "autogestionados", de pequeñas tiradas de entre 25 y 150 ejemplares, 500 los que más, no son simplemente un atajo "para los que no pueden publicar", sino que es parte de la propuesta estética y conceptual del trabajo poético del autor.
También inspirados por Pietri en el 2000 publicaron José Raúl "Gallego" González y Guillermo Rebollo-Gil sus poemarios "Barrunto" y "Veinte", respectivamente, de la mano de dos pequeñas editoriales, Isla Negra y Terranova.
El éxito de estos libros "tradicionales" convencieron a estas editoriales a publicar desde entonces entre cinco y ocho poemarios de autores noveles cada año, pero la reciente proliferación de poetas boricuas influidos por el fenómeno "nuyorican" parece ser más grande de lo que éstas pueden incluir en sus catálogos.
Mara Pastor ("El origen de los párpados") aprendió a encuadernar en México con las Poetas del Megáfono, grupo feminista en el que la también puertorriqueña Nicole Cecilia Delgado comenzó a enseñar a encuadernar.
"Los libros son objetos de arte complejos. Yo quería saber cómo se ensamblan sus mecanismos. Quería saber que conocía el proceso en su nivel más rústico y artesanal. Quería pensar desde la tipografía y el tipo de papel hasta el modo de enumerar las páginas y que esto tuviese que ver con el proceso de lo poético", dijo Pastor.
Por su parte, Xavier Valcarcel publicó su "Cama onda" utilizando técnicas de encuadernación japonesa con una doble motivación.
Por un lado, para sumarse a "una tradición de libros objetos" tomando "control de los procesos de construcción, edición y publicación", y por otro, "trabajar un proyecto de principio a fin conceptualmente de la misma forma en que trabajo una pieza de arte".
Varcarcel indicó que la "nueva ola" de proliferación de "libros objetos" tiene su precedente con "Imago" (1986), Néstor Barreto.
Pero mucho antes, en 1971, José Ramón Che Meléndez creó la editorial "Qease" para publicar artesanalmente a jóvenes poetas, fabricando cada ejemplar uno a uno.
Su libro artesanal "La casa de la forma" (1997), aunque muy posterior a sus inicios, es ya el gran clásico puertorriqueño para los escritores que se "autopublican".
Varcarcel sostuvo que las editoriales tienen su "ojo crítico comprometido con el mercado", alejado del escritor, que tiene en la fabricación de sus propios libros la posibilidad de acercarse a todos los procesos que suceden hasta que la obra llega a las manos del lector, incluyendo la promoción.
"Es cierto que eso abre un debate a la hora de la (mínima) circulación, pero siempre queda el escrito y la posibilidad de hacer ediciones luego. Pero aporta al libro otro tipo de valor, el sentimental", explicó. EFE
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