domingo, julio 22, 2007

Metáfora
contagiosa



Según Autoridades, el cáncer:
“ es un tumor maligno duro”
amarilloso vómito de azufre
arcano calamar de tinta negra
que estrangula el burdel de las arterias.
Los Antiguos ( mejor dicho, los brujos
miserables del primer bautismo)
sintieron el terror de un símil cósmico:
las patas luminosas de la nada divina
al verse en el espejo de la carne humana,
como Platón, volvieron a la cueva del cangrejo.
¿Qué sumisión, qué hastío,
que profecía falsa les hizo comparar
mi nacimiento con mi muerte?
¿Qué les hizo pensar (según
la solipsista Susan Sontag)
que si a la Dama de las Camelias
diosa de Hollywood y del romanticismo
la consumió la flor de la tuberculosis,
a mí, fantasmal morador del Siglo Veinte,
jodido juey del Trópico de Cáncer,
me tocará la tumba del tumor de moda?
El 20 de julio de 1969 invadían la luna
y yo cumplía veintiuno en una hospitalaria
cárcel de Harlem. Allí me curaron la poesía,
el suicidio y la locura del mendigo del amor.
Antídotamente aprendí los Ahoras.
He sabido desde entonces que aunque
los griegos, los judíos y Borges
hubieran descubierto el enigma
de quel papel aguanta todo lo que le pongan
todos llegamos al mismo laberinto:
Odiseo vendiendo queso de cabra en una esquina,
Salomón filmando versiones de la Biblia
y Borges vistiéndose de Evita en Broadway.
Como el cangrejo canceroso de mi corazón
la historia camina para atrás,
Es un crustáceo enfermo que
confunde las metáforas
y nunca es invitado a recitar poemas.
Y sabe (sobre todo) porque siempre
ha vivido en un hoyo en la arena,
que su otro yo son las estrellas
y que la muerte no es otra cosa que un pasaje
hacia un sobrepoblado Cuarto Mundo.



Ramos Otero, Manuel. “Metáfora contagiosa” en Invitación al polvo. San Juan, Plaza Mayor 1991: 50



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

palabréame