Me inventé una teoría para no decir tu nombre y me arrepentí inmediatamente
En esa casa, las camas se multiplicaban
como avenidas.
La casa de los armarios
infinitos era redonda,
aunque no lo parecía.
En las esquinas,
los zapatos hacían
fogatas para recuperar la vejez
de los rincones.
Los rincones que roen
a coro con la singer.
La singer lo ocupaba todo.
Desde la superficie de los muebles,
hasta los interiores de los dedales.
Era como dormir en una casa redonda
de retazos.
Y así es como es ciertamente.
Las tazas
El libro verde
Los placemats
Ya hasta los matorrales
me hablaron.
Y dudo que las hojas de recao te sobrevivan.
Me encantó este poema. Bello.
ResponderBorrarSin decírtelo te leo. Hoy me confieso: me gusta mucho tu blog.
Mi rincón es www.hablamedemusica.com