domingo, enero 26, 2014

Breve sobre Monstruos de la poesía en el Antiguo Museo de la Poesía Contemporánea




Una silla verde estilo Acapulco y un póster con una imagen de una rueda de la fortuna que lee Antiguo Museo de la Poesía Contemporánea señalaban el espacio donde leerían los “Monstruos de la poesía”, convocados por el poeta Inti García Santamaría, el 25 de enero de 2014, en la colonia Narvarte, a las 8 PM.

La lectura, que contó con la participación de los poetas mexicanos Nadia Mondragón, Raciel Quirino y Luis Felipe Fabre y de la poeta argentina Valeria Meiller, comenzó un poco después de las 9 de la noche, cuando el espacio ya contaba con una audiencia atenta y dispersa por los rincones de la sala del Antiguo Museo.

La primera en leer fue la poeta Nadia Mondragón, que leyó unos poemas sobre un viaje a Turquía. “Alguna vez fui a Turquía”, repetía con voz afable y tranquila cadencia. La melodía de su poema se enriquecía de la repetición y aliteración sostenida por la búsqueda de una sensación que conectase canto y trote, hombre y caballo. Turquía era el viaje de unos niños que cantaban y ella solo podía escucharlos aunque no los entendiera, decía. Con un atuendo sobrio de lectora minuciosa y una voz bien entonada, la presencia de Nadia acompasó e inauguró de manera afortunada la noche de poesía.

Tras su lectura, le tocó el turno a Raciel Quirino. De su selección quisiera resaltar el último texto que leyó, un poema largo que narraba un rarísimo viaje atravesado por la historia “verídica”, enfatizó el poeta, de una mujer que escribió textos dictados a través de una tabla de ouija por el ente de Patience, una niña degollada por los pieles rojas. Una casa quemada, la escena frugal de un padre que se aseaba en el baño, la dialéctica fantasmagórica del dictado y el escriba, la sensibilidad espiritista de la niña transmigrada en la tabla y el acercamiento anacrónico de la voz de Raciel, con entonación y presencia algo ocluida, acaso a tono con el lenguaje del inframundo, daban buen cierre a su lectura.

Entonces vino Valeria Meiller, que introdujo su texto con la anécdota de haberlo escrito durante una residencia de escritura en la Patagonia en la que compartió con Inti y con otros poetas. Allí, rodeados de la Pampa y del final del continente, hicieron un libro colectivo del que nos leyó su aportación. En su poema, Valeria conectaba la soledad radical que puede llegar a provocar el campo con la espacialidad de los hospitales. El poema de Valeria contenía una especie de remedio contra la agorafobia al combinar el reverso casual de las dinámicas de espacios salvajes y agonizantes. Las mechas con manteca de un cielo inhóspito, nubes como habitaciones y definiciones defamiliarizadas, un afán de genealogía extraviada en el padre que no es, instancias de diálogo y una experimentada presencia vocal captaron la atención de una audiencia que emitía esos pequeños suspiros o chasquidos de cuando el poema los ha interpelado y sorprendido gratamente.

La lectura cerró con la intervención de Luis Felipe Fabre, quién comenzó con una reflexión, no del todo apologética, sobre por qué no se concibe como un poeta de poemas sino más bien de glosas a poetas y a críticos de poesía. Su poema narraba cómo todos los sorjuanistas llegaban tarde o temprano a la conclusión, ya fuera en una entrada en el cuerpo del texto o en una nota al calce, de que Sor Juana era un monstruo. Había en su poema un buen equilibrio entre poesía, humor y crítica irreverente de la crítica, que reafirmaba eso de que el mejor crítico es el que arriesga con el lenguaje el significado del texto haciéndolo poema. La toma de Sor Juana como monstruo, fénix improbable, criatura alada y deshilachada por la crítica glosaba igualmente a otros monstruos, a decir, sus críticos, que han hecho su pedestal, que han fijado con su lectura y han querido matar, como gladiadores de un novela de caballería, al dragón dentro de Sor Juana.

Hubo en general constancia del poema largo, de la transformación de espacios inciertos en instancias poéticas, hubo apego al texto y al micrófono y una sana brevedad expositiva que hace de cualquier lectura de cuatro poetas una experiencia concisa y fértil. Escuchar por primera vez a estos autores fue una experiencia grata y provocativa que deja, como rastro, la tarea de seguirlos y buscarlos en publicaciones y medios digitales. Sus voces heterogéneas y, sin embargo, acompasadas por el buen nivel de su poesía son buen augurio a mi nueva etapa de poeta caribeña en el dulce exilio defeño. Termino acotando que el Antiguo Museo de la Poesía Contemporánea y su curador Inti García Santamaría prometen un espacio íntimo y doméstico de buena poesía y de exposición monstruosa durante el 2014. Estén pendientes a las próximas fechas.


Valeria, Raciel, Nadia y Luis. Foto de Inti García Santamaría.

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