Una
silla verde estilo Acapulco y un póster con una imagen de una rueda de la
fortuna que lee Antiguo Museo de la Poesía Contemporánea señalaban el espacio
donde leerían los “Monstruos
de la poesía”, convocados por el poeta Inti García Santamaría, el 25 de
enero de 2014, en la colonia Narvarte, a las 8 PM.
La
lectura, que contó con la participación de los poetas mexicanos Nadia
Mondragón, Raciel Quirino y Luis Felipe Fabre y de la poeta argentina Valeria
Meiller, comenzó un poco después de las 9 de la noche, cuando el espacio ya
contaba con una audiencia atenta y dispersa por los rincones de la sala del
Antiguo Museo.
La
primera en leer fue la poeta Nadia Mondragón, que leyó unos poemas sobre un
viaje a Turquía. “Alguna vez fui a Turquía”, repetía con voz afable y tranquila
cadencia. La melodía de su poema se enriquecía de la repetición y aliteración
sostenida por la búsqueda de una sensación que conectase canto y trote, hombre
y caballo. Turquía era el viaje de unos niños que cantaban y ella solo podía
escucharlos aunque no los entendiera, decía. Con un atuendo sobrio de lectora minuciosa
y una voz bien entonada, la presencia de Nadia acompasó e inauguró de manera
afortunada la noche de poesía.
Tras
su lectura, le tocó el turno a Raciel Quirino. De su selección quisiera
resaltar el último texto que leyó, un poema largo que narraba un rarísimo viaje
atravesado por la historia “verídica”, enfatizó el poeta, de una mujer que
escribió textos dictados a través de una tabla de ouija por el ente de
Patience, una niña degollada por los pieles rojas. Una casa quemada, la escena frugal de un padre que se aseaba en el baño, la dialéctica fantasmagórica del
dictado y el escriba, la sensibilidad espiritista de la niña transmigrada en la
tabla y el acercamiento anacrónico de la voz de Raciel, con entonación y
presencia algo ocluida, acaso a tono con el lenguaje del inframundo, daban buen
cierre a su lectura.
Entonces
vino Valeria Meiller, que introdujo su texto con la anécdota de haberlo escrito
durante una residencia de escritura en la Patagonia en la que compartió con Inti
y con otros poetas. Allí, rodeados de la Pampa y del final del continente,
hicieron un libro colectivo del que nos leyó su aportación. En su poema,
Valeria conectaba la soledad radical que puede llegar a provocar el campo con la
espacialidad de los hospitales. El poema de Valeria contenía una especie de remedio
contra la agorafobia al combinar el reverso casual de las dinámicas de espacios
salvajes y agonizantes. Las mechas con manteca de un cielo inhóspito, nubes como
habitaciones y definiciones defamiliarizadas, un afán de genealogía extraviada
en el padre que no es, instancias de diálogo y una experimentada presencia
vocal captaron la atención de una audiencia que emitía esos pequeños suspiros o
chasquidos de cuando el poema los ha interpelado y sorprendido gratamente.
La
lectura cerró con la intervención de Luis Felipe Fabre, quién comenzó con una
reflexión, no del todo apologética, sobre por qué no se concibe como un poeta
de poemas sino más bien de glosas a poetas y a críticos de poesía. Su poema
narraba cómo todos los sorjuanistas llegaban tarde o temprano a la conclusión,
ya fuera en una entrada en el cuerpo del texto o en una nota al calce, de que
Sor Juana era un monstruo. Había en su poema un buen equilibrio entre poesía,
humor y crítica irreverente de la crítica, que reafirmaba eso de que el mejor
crítico es el que arriesga con el lenguaje el significado del texto haciéndolo
poema. La toma de Sor Juana como monstruo, fénix improbable, criatura alada y
deshilachada por la crítica glosaba igualmente a otros monstruos, a decir, sus
críticos, que han hecho su pedestal, que han fijado con su lectura y han
querido matar, como gladiadores de un novela de caballería, al dragón dentro de
Sor Juana.
Hubo
en general constancia del poema largo, de la transformación de espacios
inciertos en instancias poéticas, hubo apego al texto y al micrófono y una sana
brevedad expositiva que hace de cualquier lectura de cuatro poetas una
experiencia concisa y fértil. Escuchar por primera vez a estos autores fue una
experiencia grata y provocativa que deja, como rastro, la tarea de seguirlos y
buscarlos en publicaciones y medios digitales. Sus voces heterogéneas y, sin
embargo, acompasadas por el buen nivel de su poesía son buen augurio a mi nueva
etapa de poeta caribeña en el dulce exilio defeño. Termino acotando que el
Antiguo Museo de la Poesía Contemporánea y su curador Inti García Santamaría
prometen un espacio íntimo y doméstico de buena poesía y de exposición monstruosa
durante el 2014. Estén pendientes a las próximas fechas.
Valeria, Raciel, Nadia y Luis. Foto de Inti García Santamaría. |