Avistar el gran monolito a lo lejos es como decir allá está lo que fue luz que ahora roca. Olores a zona agrícola. Escucho una destrucción joven profetizar una deidad decapitada. El amarillo lleva nombre de estrella. La luz relumbra útil entre nubes e irradia el sánscrito que no hemos olvidado. Me asustan las curvas. Calor y memoria cada vez más cerca. Recuerdo los estados de la última meditación. He visto un ojo pero me da miedo decirlo. He visto un señor ciego con barba. Atestiguo. Tomamos el retorno. ¿Algo muerto? Pajareras abren la ruta disímil hacia el magma. ¿Hay final del camino? La piedra. Aquí está el destino que fue lava.
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¿Será finalidad subir a la cima? Zopilotes o cuervos sobrevuelan en espirales. La comedora de mariposas medita rodeada del canto de los grillos. Pájaros revolotean sobre su cabeza y ella, impasible, se bruma al horizonte. Decide bajar descalza como de una pirámide. Ella no sabe que pronto ofrendará hojas secas al niño con trompa de muchos nombres.
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Los pies se resbalan entre ceniza y poliedros de roca afilada. Hay circunstancias que le impiden a la piel tocar la tierra. Por el camino encontré sentada a una mujer que le cantaba mantras como nanas al paisaje. Subir era una pestaña del proceso. La finalidad: calibrar la altura y la piedra para quedarse en reposo. La voz de la mujer lactaba al tiempo.
Hacia/en/desde la Peña de Bernal en Querétaro