En estos días he podido conocer un poco de la península de Yucatán. Cada vez me sorprendo más de la belleza de este lugar. He visto flamingos rosados, cocodrilos, ojos de agua, he navegado lagunas, corrido bicicleta por más de 10 km en terrazo, hecho snorkling en cenotes, ríos subterráneos en cuevas, nadado junto a careys, kayakeado en cenotes entre manglares, subido a la cima de un mirador desde donde se veía una reserva natural, he aprendido de la comunidad sustentable de Punta Allen, ido a visitar a mi amiga Vania, quien dibujara muchas de las ilustraciones de mi primer poemario, visto su taller de maderas y mosaicos (entre ella y su compañero han hecho un lugar en madera con palapa en donde han confeccionado el 90% de lo que alcanzan a ver los ojos, increíble). También he conocido la colonial Mérida, la hermosa Tulum y por supuesto, las ruinas Mayas, las de Uxmal (precioso palacio), Labna (pequeña e interesante) y la impresionante ciudad amurallada en Tulum, antiguo centro de astrónomos Maya. Todo esto en una semana. Ahora estamos en Puerto Morelos, una pequeña ciudad playera que aún conserva la tranquilidad de los pueblos que no han sucumbido al encanto turístico de ciudades como Cancún o Playa del Carmen, por las cuales sólo hemos pasado pero no conoceremos. He sentido una conexión realmente saludable con la naturaleza y el entorno. Todo en compañía del copiloto de las barbas y las bondades que a esto agrega-Gracias, Caribe mexicano.