Delineando espacios sin condición:
anotaciones sobre Derrida y Cortázar
En el ensayo “La universidad sin condición”, Derrida expresa su intención de hacer una declaración que simultáneamente sea un llamado. Para Derrida, el espacio de las nuevas Humanidades debe “pensar al hombre”. La condición de la institución universitaria es que este espacio siga siendo un lugar de resistencia crítica “frente a todos los poderes de apropiación dogmáticos e injustos”(3). La universidad, definida en términos derridianos, debería ser ese espacio en el que la “verdad primordial es el derecho a decirlo todo, aunque sea como ficción y experimentación del saber, y el derecho a decirlo públicamente”.
Por otro lado, en el texto de Julio Cortázar La imagen de John Keats[1], el escritor propone escribir en cualquier espacio bajo las leyes del espacio poético, el cual debe responder “a la mayor libertad de expresión” (18). Al comienzo del texto Cortázar critica el afán categórico del académico, al hablar de lo incatalogable de la obra de Keats:
Un libro romántico, aplicado a su impulso y a su tema con fidelidad de girasol. Es decir, un libro de sustancias confusas, nunca aliñadas para contento del señor profesor, nunca catalogadas en minuciosos columbarios alfabéticos. (15)
Ambos modos de pensar espacios tienen en común que abogan para que la condición sea la no-condición y que reformulan lo que consideran académico. En esta reflexión quisiera comparar la concepción espacial que define y por la que aboga Derrida en “La universidad sin condición” con la que se desprende del texto de Julio Cortázar La imagen de John Keats.
Para Derrida, el “espacio público” es lo que singulariza la universidad de otras instituciones. En esta línea de pensamiento, entiende que la literatura se convierte en el “espacio público simbólico” (4). La reflexión de Derrida remite a la universidad, pero en un sentido más amplio es un análisis del funcionamiento de los espacios que producen las condiciones necesarias para el libre albedrío. El ensayo “La universidad sin condición” es más bien una defensa, o un manifiesto en pos de la creación. La contradicción estriba en que el espacio concebido promete adquirir una responsabilidad que no se agota en el acto de saber o de enseñar (14).
En el caso de Cortázar la pregunta sobre libertad está estrechamente ligada al uso del lenguaje. El escritor delinea un espacio literario no clasificable para hablar críticamente de Keats, al entender que es este uso no categórico del lenguaje el único, cual traducción, que consigue trasladar una noción de lo que significaba el lenguaje para el romántico:
Como los idiomas que se concitan en todo esto; como la montañesca abrumación de citas: como el lenguaje que me ha dado la gana de emplear. (16).
De este fragmento también me interesa destacar el empleo de la símil para definir el uso del lenguaje en el texto. La símil es la figura que a nivel retórico produce el efecto de melancolía en el lenguaje del que nos habla Galende en La oreja de los nombres, ése que es precario y que “nombra y nombra lo que siempre será otra cosa” (99). La símil funciona a partir del rastro. El “como” que ejecuta el funcionamiento de la símil es una prolongación que separa de manera definitiva los dos objetos que se quieren acercar. La emblemática escena en la que Orfeo se voltea, tronchando para siempre el regreso de Eurídice del Hades por nombrar el arquetipo más usado para hablar de la tristeza melancólica. Esta escena puede entenderse a partir de la correspondencia espacial de la simil. Acercar las dos partes en las que se quiere significar una correspondencia es imposible en tanto el “como” queda inscrito como ese rastro irrebasable entre los amados. Cortázar, consciente de estas distancias, prefiere hablar “de un pasado con lenguaje de presente” (16) , perpetuando una actitud que privilegia un “como si” atemporal, como si no hubiera descontinuidad. Más adelante recalcará sobre el tono que le quiere dar a su escrito que: “También esto es fidelidad a mi poeta, porque el tenía una aptitud pavorosa para quedar mal con todo el mundo en la república literaria” (16). El autor vuelve a privilegiar el acto performativo que simula una aptitud de libertad temporal versus cierta aptitud vinculada al espacio “literario”. En este sentido, el ensayo busca hablar sobre la poesía de Keats a través de un método que reproduzca ciertas cualidades de la escritura del poeta y simultáneamente defiende la posibilidad de hablar de lenguaje, academia y escritura desde otro lugar no categorizable, no censurable, cuya condición sea, tal como en el ensayo de Derrida, la no-condición.
[1] Julio Cortázar, La imagen de John Keats. Madrid: Alfaguara, 1996.
anotaciones sobre Derrida y Cortázar
En el ensayo “La universidad sin condición”, Derrida expresa su intención de hacer una declaración que simultáneamente sea un llamado. Para Derrida, el espacio de las nuevas Humanidades debe “pensar al hombre”. La condición de la institución universitaria es que este espacio siga siendo un lugar de resistencia crítica “frente a todos los poderes de apropiación dogmáticos e injustos”(3). La universidad, definida en términos derridianos, debería ser ese espacio en el que la “verdad primordial es el derecho a decirlo todo, aunque sea como ficción y experimentación del saber, y el derecho a decirlo públicamente”.
Por otro lado, en el texto de Julio Cortázar La imagen de John Keats[1], el escritor propone escribir en cualquier espacio bajo las leyes del espacio poético, el cual debe responder “a la mayor libertad de expresión” (18). Al comienzo del texto Cortázar critica el afán categórico del académico, al hablar de lo incatalogable de la obra de Keats:
Un libro romántico, aplicado a su impulso y a su tema con fidelidad de girasol. Es decir, un libro de sustancias confusas, nunca aliñadas para contento del señor profesor, nunca catalogadas en minuciosos columbarios alfabéticos. (15)
Ambos modos de pensar espacios tienen en común que abogan para que la condición sea la no-condición y que reformulan lo que consideran académico. En esta reflexión quisiera comparar la concepción espacial que define y por la que aboga Derrida en “La universidad sin condición” con la que se desprende del texto de Julio Cortázar La imagen de John Keats.
Para Derrida, el “espacio público” es lo que singulariza la universidad de otras instituciones. En esta línea de pensamiento, entiende que la literatura se convierte en el “espacio público simbólico” (4). La reflexión de Derrida remite a la universidad, pero en un sentido más amplio es un análisis del funcionamiento de los espacios que producen las condiciones necesarias para el libre albedrío. El ensayo “La universidad sin condición” es más bien una defensa, o un manifiesto en pos de la creación. La contradicción estriba en que el espacio concebido promete adquirir una responsabilidad que no se agota en el acto de saber o de enseñar (14).
En el caso de Cortázar la pregunta sobre libertad está estrechamente ligada al uso del lenguaje. El escritor delinea un espacio literario no clasificable para hablar críticamente de Keats, al entender que es este uso no categórico del lenguaje el único, cual traducción, que consigue trasladar una noción de lo que significaba el lenguaje para el romántico:
Como los idiomas que se concitan en todo esto; como la montañesca abrumación de citas: como el lenguaje que me ha dado la gana de emplear. (16).
De este fragmento también me interesa destacar el empleo de la símil para definir el uso del lenguaje en el texto. La símil es la figura que a nivel retórico produce el efecto de melancolía en el lenguaje del que nos habla Galende en La oreja de los nombres, ése que es precario y que “nombra y nombra lo que siempre será otra cosa” (99). La símil funciona a partir del rastro. El “como” que ejecuta el funcionamiento de la símil es una prolongación que separa de manera definitiva los dos objetos que se quieren acercar. La emblemática escena en la que Orfeo se voltea, tronchando para siempre el regreso de Eurídice del Hades por nombrar el arquetipo más usado para hablar de la tristeza melancólica. Esta escena puede entenderse a partir de la correspondencia espacial de la simil. Acercar las dos partes en las que se quiere significar una correspondencia es imposible en tanto el “como” queda inscrito como ese rastro irrebasable entre los amados. Cortázar, consciente de estas distancias, prefiere hablar “de un pasado con lenguaje de presente” (16) , perpetuando una actitud que privilegia un “como si” atemporal, como si no hubiera descontinuidad. Más adelante recalcará sobre el tono que le quiere dar a su escrito que: “También esto es fidelidad a mi poeta, porque el tenía una aptitud pavorosa para quedar mal con todo el mundo en la república literaria” (16). El autor vuelve a privilegiar el acto performativo que simula una aptitud de libertad temporal versus cierta aptitud vinculada al espacio “literario”. En este sentido, el ensayo busca hablar sobre la poesía de Keats a través de un método que reproduzca ciertas cualidades de la escritura del poeta y simultáneamente defiende la posibilidad de hablar de lenguaje, academia y escritura desde otro lugar no categorizable, no censurable, cuya condición sea, tal como en el ensayo de Derrida, la no-condición.
[1] Julio Cortázar, La imagen de John Keats. Madrid: Alfaguara, 1996.
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