Él me dice, quisiera regalarte todas las aceitunas. Yo lo miro en silencio, con la candidez de una niña a quien le prometen mojarse en el aguacero cálido, como aquellos días en que todo era correr patines, bañarse en la lluvia. Ya no quiero aceitunas. Quiero la certeza para apalabrar ahoras. Quiero que el intérprete sepa la lengua original. Él no la sabe y no lo culpo. Esas cosas se intuyen, no como el sudor que ya no se sabe a quién le pertenece, que ya no se sabe de quién es. Eres hermosa, me dice, al verme suya en el espejo. Esa que miras no soy yo, pienso, cuando dices “te ves” como si fuese divisar un oasis en algún desierto que nunca imaginamos. Busco la certeza que apalabra. Certeza estraviada. Desvío de espejos. Él me mira encima suyo, donde mi espalda se ha vuelto lumbre remota. Veo una lágrima deambular la mejilla y cierro los ojos, para que no nos perturbe, aunque eso no impida que la lágrima baje y se deslice por el lóbulo de su oreja, atraviese la yugular del cuello y yo me la tome.
Serie "Espejo de volutas 6", 2007
Buena esta. Me gustó mucho, aunque no podría detallar por qué.
ResponderBorrarCreo que superaste el gusto por la palabra, la música, cosa que hacías bien, para dar paso a una poesía más rica.
ResponderBorrarqué lindo Mara. además, me encanta la foto.
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