Si abrasas todo lo que te cabe de Canberra, encontrarás pájaros anidando en tu mirada hasta adueñarse del espacio. Pájaros en desenfreno de cielo. Y ha de deberse a Canberra, precisamente, la locura de los pájaros gigantes, que de entre todas las cosas que la hacen única, es más única por tener el único río que no desemboca en el mar. Pero hasta la locura de los pájaros gigantes tiene un límite, porque todas las cosas nunca cabrán en el mismo ojo.
Fragmento de la serie "Los pájaros gigantes", de Moisés Vaca, publicada parcialmente en la edición 38 de la revista Los Noveles.miércoles, enero 27, 2010
martes, enero 26, 2010
Corretjer asoma su rareza
me encuentro
con mi antigua novia japonesa
ya de Hiroshima llenas las visiones
que dice cosas como,
A oir cómo sobre el sol al mediodía
una gota de sudor cae, se derrama
la frente en un plato,
María tose, pequeño hocico ensaya
su olfato, bajo la casa corren
las heces y la bondad conversa
de ventana en ventana
como una trepadora por encima
sonoras novelas latas aplastadas botellas rotas
De repente es otra voz, lejana al Oubao Moin, lejana a las voces cialeñas, un poeta a quien se le escapa el lenguaje en el 1974 para agarrar este otro atrecho y afirma "he logrado reunirme con mí mismo/ en medio de la calle, prontamente". Me lo cruzo en la sala de lectura del British Library. Las hojas del Aguinaldo escarlata aún tenían los pliegos unidos esperando por una lectora que los rebanase con cuidado. El poema se titula "Al encuentro".
lunes, enero 25, 2010
Te fuiste un día soleado como hoy, eso me alegra. Hubiera querido que escribieras un verso que dijese ‘aprendí a coser en Ann Arbor’, pero no dio tiempo con minúsculas. Sí podrías decir que hilaste, en el sentido en que se hilan las ramas a los pájaros; que hilvanaste, como quien sueña a un astrónomo en su naufragio; que tejiste, como quien abriga el frío de los amigos; que urdiste, como una aguja para querer en la distancia; que descosiste, como quien va dejando un hilo para el camino de vuelta.
Me tatuaría la frase ‘I just like to ride my bike with you’ en el ruedo de mi piel para candarme a ti, pero el deseo es una bicicleta con demasiados errores de fábrica.
Dormimos como en esa foto de Lennon abrazando a Yoko el día de su muerte. A veces tú Yoko y yo Lennon, a veces lo contrario, inmortales como una foto, infinitos como una dedicatoria, olvidando que las camas sólo prometen estadísticas. Ahora que te veré pronto (es decir, no hoy en el almuerzo, ni en un escritorio cercano, ni en una esquina del pueblo, ni en el sueño de anoche, sino en un pedazo de tierra con una tapa azul y el cuerpo hecho de humedales salinos) preparo mis labios besando un barquito de papel con un poema amable como tus formas.
Porque eres el libro que dejaste de Juarroz en el escritorio y la nada cuando anochece, lo descubro. Algo te ha transformado. Juarroz y Morabito dejaron unas palabras vagándome en la transparencia de ti que colúmpialo todo. Roberto se mece. Tus nombres me habitan. Eso parece ser también el amor, sembrar nombres para que florezcan en tu ausencia.
miércoles, enero 20, 2010
Fragmento de Nada pertenece tanto como el llanto, del poeta haitiano-dominicano Jacques Viau Renaud (Puerto Príncipe, 28 de julio 1941 - Santo Domingo, 15 de junio 1965), leído por René Depestre. El poema completo puede leerse en la página de cielonaranja, presionando este enlace: Nada pertenece tanto como el llanto
martes, enero 19, 2010
"I'll eat", said Alice
En la sala de exhibición Treasures of the British Library me topo con el original de Alice in Wonderland. Lo acabo de ver a través de una vitrina. La letra de molde de Caroll es pequeña, inusual, contemporánea y, sobre todo, muy clara, pensada posiblemente para los ojos de la pequeña Alicia. Las páginas expuestas son la once y la doce, que corresponden al momento en que Alicia decide si tomarse o no la pastilla para atravesar la pequeña puerta que la llevará al jardín: “the words `EAT ME' were beautifully marked in currants. `Well, I'll eat it,' said Alice, `and if it makes me grow larger, I can reach the key; and if it makes me grow smaller, I can creep under the door; so either way I'll get into the garden, and I don't care which happens!”. Se me ocurre que cuando uno es nuevo en un lugar muchas de las decisiones se parecen a esta de Alice. Las cosas piden que te las comas, y uno decide que al final lo que importa es arriesgarse con tal de llegar al jardín.
British Library
Necesito una credencial de la biblioteca. Tengo una lista de libros que quiero comenzar a leer. Para obtener la credencial debo obtener un comprobante de dirección postal. Hoy estuvimos pensando en cómo conseguirlo. Sin embargo, ninguno de estos pormenores se siente como un obstáculo. Son, más bien, detalles a solucionar con paciencia y cariño.
El dinero
Tras hacer cuentas, pagarlas, calcular gastos, llegamos a la conclusión de que me quedan seis reales para mis gastos personales a la semana. Hablando por Skype con los papás de Moi, Sergio, su padre, añadió sabiamente “pues entonces escribirán muy buenos poemas”.
La transportación
Si algo ha desarrollado Londres casi a la perfección es la transportación pública. Eficiente, rápida, estéticamente agradable. Ir en el segundo piso de uno de los clásicos buses te deja ver la ciudad desde una perspectiva inusual, de espía. Esto, sin embargo, parece compartir una cualidad de la ciudad. Londres es la ciudad del surveillance por excelencia, con más cámaras de seguridad que ninguna otra en el mundo.
La ducha con manguera
Si bien no entiendo por qué la mayoría de los fregaderos y lavamanos tienen dos grifos por donde sale el agua o fría o caliente—y no te deja modularla a tibia—, me parece que no hay mejor invento para el aseo que las duchas con manguera de agua.
Pequeñas repeticiones
Pasamos un día entero comprando minucias para acomodarnos mejor, negociando lo absolutamente relevante de lo prescindible. Primero fuimos a una tienda de segunda mano cuyas ganancias contribuyen a la Fundación para la investigación del cáncer Marie Curie. Allí, una empleada voluntaria con acento colombiano nos atendió con mucha calidez. En un momento en que trataba de convencer a Moi de comprar un organizador para el armario, él me pregunto, ¿pero y qué pondremos ahí? Ropa interior, camisetas, pantalones, le dije, zapatos, añadió ella, sí, zapatos, repetí. Compramos una vajilla por siete reales para alimentar manadas. Ahora faltan los invitados. Luego fuimos a Camden. Entramos en una tiendita árabe véndolo-todo. Allí conseguimos, justamente, casi todo lo que nos faltaba: ollas, tendedero, vasos, alfombras, organizadores, ganchos, destornillador, cartera para el pasaporte, tupperware, toallas, en fin. Cada vez que el vendedor comenzaba a sumar, le traíamos algo nuevo y se detenía. Cuando por fin terminamos todo lo que sumaba costaba 1. 50. Nos dio mucha gracia la repetición de la cifra 1.50, 1.50, 1.50 y sonreíamos. En un momento en que Moi se fue, el dueño de la tienda me preguntó. ¿new flat, new flat? Le dije, yes, yes, como si todo lo que tuviera que ver con el montaje del hogar se forjara a base de pequeñas repeticiones cotidianas de negociaciones cálidas y sonrisas de complicidad.
El Partenón
Nos encontramos en frente de la sala para entrar a las ruinas del Partenón, en el Templo de las Nereidas, dejándome seducir por las sirenas marinas, pensando y ¿cómo se trajeron el templo completo hasta acá? ¿y por qué no cantaron y sedujeron a los conquistadores como a los marinos? Entramos a la sala del Partenón después de un largo abrazo. Eran las cinco de la tarde y había anochecido. La iluminación sobre los frisos favorecía a los antiguos y sublimaba nuestra mirada. La ruina del friso del ala este le pertenecía a Dionisio, de quien ahora quedaba la ruina del exceso que lo caracteriza, un ala de piedra.
Afrodita en cuclillas
Las cabezas de los filósofos
Llevaba unas horas en la ciudad. Acabábamos de despertar de la siesta porque el tenía que ir a trabajar. Mientras, fui al British Museum, que queda muy cerca. Me dijo que quedáramos a las 5 en frente del Partenón. Me encantó la idea. Pasé un tiempo considerable frente a las cabezas de los filósofos, réplicas romanas de los originales griegos inexistentes. Lo más que disfruté del busto de Homero fue su tupida barba. Pensé que de haber sido Homero uno de los personajes que se despeña en el cuento de Virgilio Piñera, "La caída", también hubiera deseado que la barba llegara a salvo al final del precipicio. Del de Sócrates, su nariz aguileña. Séneca, no se sabe si es Séneca o el poeta Hesiodo, por eso la llaman “Pseudo Séneca” y Epicuro era guapo y de semblante tranquilo, lo que no me extraña, dada su filosofía.
Jet lag less
El me había advertido que no debía dormirme a la llegada, que tendría que esperar hasta la noche para evitar el jet lag. En Londres eran las diez de la mañana pero en mi cuerpo las seis y me había pasado la noche viendo películas a 30,000 pies de altura. El había salido a tomar cervezas con amigos en uno de los típicos pubs que hay en todas las esquinas de esta ciudad y también se había amanecido así que cambió de parecer. Nos tomamos una siesta de bienvenida. Nos despertamos a las tres horas. No había dormido tan bien en semanas. Cuando regresamos por la noche, sentía que el cuerpo me pesaba más que nunca. No recuerdo qué soñé. A su lado dormí plácida, feliz, plena, como siempre desde que lo conozco. Desperté sin je tlag.
El apartamento
Llegamos al apartamento que buscó Moi y conseguimos gracias a la promoción que nos dio en un anuncio en Internet. Incluyó una foto de cuando fuimos al Lyric Opera en Chicago. Lo llamaron una decena de personas interesadas en alquilarnos sus flats, como les llaman acá a los apartamentos. Su dedicación, buena retórica y, por su puesto, su maña de chilango nos consiguieron un hermoso apartamento en frente de una iglesia protestante antigua y al lado de una universidad privada, en una avenida llena de cafés, restaurantes, tiendas de segunda mano, mercaditos, peluquerías, justo en frente de un parque y una estación de autobuses.
El cielo
En el horizonte, el amanecer. Sobrevolé el país y no la vi. Tuve fe: debajo de toda esa neblina grisácea estaba la ciudad. Recordé las palabras de Libertad camino al aeropuerto. Partí de Puerto Rico un día lluvioso. Me dijo, fíjate en el cielo, Londres te recibirá exactamente igual. Así fue. Sólo que me esperaba una sorpresa. Las islas que se hacen bellas bajo el cielo azul son especialmente bellas bajo el cielo azul, aunque en aguaceros nos arrulle. Sin embargo, no esperaba ser recibida por una ciudad tan bien complementada por el arcoiris de matices grises que la copa. A pesar de que todos me habían hablado de su belleza, de que amigas y amigos cercanos la habitaron y había visto fotos, escuchado múltiples crónicas, la belleza superó las expectativas.
El tren
Dormí todo el camino en tren. Soñé, recostada en su hombro, que aún estaba en el avión y se me cruzó una parada con la sensación de que seguía en el avión y que el detenerse del tren era la turbulencia y la pesadilla de que aún no estaba plácidamente recostada del hombro del hombre, del hermoso hombro.