Centro Cultural Dulce María Loynaz, La Habana. |
[Texto que escribí para la presentación de Arcadian Boutique (Punto de Partida, 2014) y Sal de magnesio (Astrolabio, 2015) en el Encuentro de Jóvenes Escritores organizado por el Centro Dulce María Loynaz en la coyuntura de la Feria del Libro de La Habana, Cuba, el pasado viernes, 13 de febrero, a las 11 AM, en el Centro Dulce María Loynaz.]
Muchas gracias a los organizadores del Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe por la invitación a esta Feria (¿furia?) del libro, por todas sus atenciones y a todos ustedes por estar aquí en esta mañana.
Les presento dos libros muy distintos. Primero está Arcadian Boutique. El libro como casa o el libro como boutique de deseos, el poema como estancia, fuga, distracción hacia la puerta, el poemario como antigüedad novedosa. Arcadian Boutique, publicado por la Dirección de Literatura de la Universidad Nacional Autónoma de México, bajo el cuidado de Carmina Estrada y con ilustraciones de Lorraine Rodríguez, mi sexto libro, el segundo que ha sido publicado por una editorial extranjera y que es presentado en el extranjero antes de que en mi tierra natal, es un ensamblaje que incluye inéditos, poemas que sólo habían sido incluidos en mi blog y algunos textos escogidos de mi segundo y tercer libros, El origen de los párpados, publicado en 2008, y Candada por error, publicado en el 2009.
El título hace referencia a un poema del mismo nombre, en el que hablo de una tienda de antigüedades sobre la cual viví hace un par de años en Michigan. Me despertaba curiosidad el negocio y quienes iban por las antigüedades. En Arcadian, el libro, regreso al pasado, como regresaban las clientas de la boutique, a retomar poemas, como objetos que deseo volver a tener cerca, acaso porque en ellos existen obsesiones que aún no he resuelto, duelos que se transformaron en artefactos de melancolía, en máquinas de afecto y quizás hastío. Llegar al deseo, a la puerta donde está el objeto de mi deseo. En tanto piezas antiguas, algunos de estos textos han sido remozados o editados, se les ha cambiado alguna pata que, según el criterio de la poeta, los fortalecería, se les ha podado alguna rama con la mesura del que quiere evitar que se enreden con los cables de luz.
Los poemas de libros anteriores que han sido incluidos son, en términos formales, muy distintos a los más recientes, poemas con otra cadencia y musicalidad, y otras preocupaciones. Estos textos tienen, como decía Soleida Ríos hace unos días sobre el coco en un sabroso pan de trigo que confeccionó, un ingrediente que añade textura aunque el paladar no perciba el sabor. Mi poesía antigua, por no decir, preArcadiana, está llena de esos ingredientes, impalpables pero integrales en la arquitectura emocional del texto, cosa que ha cambiado en mi poesía más reciente pues también han cambiado los materiales de confección, los afectos, lecturas y geografías. Arqueología sentimental, excusas para llegar a un deseo constantemente intervenido por lo que aparece, los marcadores temporales de este libro oscilan entre lo antiguo rescatado y lo nuevo indescifrable.
Tras la publicación de esta recopilación, ejercicio, aparentemente azaroso o inconsciente, he logrado ver algunas reincidencias escénicas, para mi sorpresa, a pesar de la brecha temporal. Por ejemplo, el regreso a una, digamos, escena clásica del sicoanálisis freudiano, esa que narra cómo una paciente, bajo hipnosis, a quien se le ha dicho que en la sala no hay muebles intenta llegar a la puerta, pues ahí la espera su objeto de deseo. Sigo cautivada por la inocencia y espontaneidad con que aquella mujer, hipnotizada, cree que lo que desea espera por ella en la puerta de su casa. Quien la hipnotiza le dice que de camino a la puerta no hay muebles, aunque sí los hay. La hipnotizada querrá llegar a la puerta y en el camino chocará una vez tras otra con aquello que no ve. Al ser avisada por el hipnotizador (Freud, aquí como chamán o encantador), de que en la puerta la espera su hermana y con el engaño de que no hay obstáculos, intenta, no empero, con múltiples tropiezos, llegar a su fin. Ante esta estampa, cuasi cruel, el hipnotizador reflexiona sobre cómo la mujer, al ser cuestionada, bajo hipnosis, sobre por qué no llega a la puerta, inventa excusas. Su deseo, la persona amada, una máquina de coser, una tartaleta de coco y maní, algo que también trama su fuga es también la certeza, infalible, del discurso de su hipnotizador. ¿Por qué o con qué choca de camino a su deseo? Ella inventa excusas, le dice que había un perro, que la madera crujía, que el mar entró por la ventana, y así. Esta estampa, para mi sorpresa, se repite, rearmada, en varios de los poemas aquí incluidos.
Llego a mis poemas con demora, como la hipnotizada llega a la puerta tropiezo tras tropiezo, como las señoras regresan a la tienda de antigüedades por sus armarios, porque, según pensé en la sala no había muebles, o, porque los poemas son los muebles, no sabidos, las abundancias e interrupciones necesarias, e impalpables como el coco en el pan de Soleida, para alcanzar el deseo fuera de los contornos.
Ese afuera del contorno será la serie final, Far West, serie sobre una extranjeridad radical, acaso, la de una isla habitada por bicéfalas. Esta serie también nace de una obsesión que recorre mi obra, la multiplicidad. Pensaba un día, mientras veía el reality show de unas siamesas que comparten torso y órganos reproductivos, que cuando nace un lagarto de dos cabezas decimos, en efecto, el lagarto de dos cabezas, pero cuando es un humano de dos cabezas, el paradigma racional no nos permite pensarla, ni nombrarla, como una criatura, sino como dos sujetos atrapados en un cuerpo. Por esto, quise inventar una localidad, un lugar, habitado por criaturas de dos cabezas, y nace Far West, isla hirsuta, indómita, en guerra, habitada por una niña bicéfala, un vaquero, una leyenda chechena y algunos cisticercos, al fin y al cabo no tan distinta a nuestra realidad, o quizás sí.
Por otro lado, el segundo libro que les traigo en esta mañana, Sal de Magnesio, libro breve, el séptimo, publicado por la editorial mexicana radicada en Cuernavaca, Astrolabio Ediciones, bajo el cuidado de Marina Ruiz, se trata, al igual que Far West, de una estancia. Es por la sal de magnesio que no escuchamos los sonidos debajo del océano. La sal de magnesio desinflama y cura montón de males. Quise hacer un libro desinflamado, un libro con silencios y distancias, como las que produce la sal de magnesio. Una vez más, rodear la idea de un ingrediente que omita sonidos, como los muebles, que la hipnotizada no consigue imaginar, los sonidos que la sal de magnesio no permite escuchar, son los que modelan el paisaje. Pero aquí en cambio, vislumbré una salida, el libro es un salir de magnesio, salir de una estancia inventada. De alguna manera, el libro se volvió presagio del desamor, urgencia por una nueva poética del cuerpo y el consumo. Este libro comienza con un epígrafe de Dulce María Loynaz, y antes de pasar a leerles algunos poemas de ambos libros, cierro con el verso que sirve de epígrafe, por el gusto de estar aquí reunidos en su casa:
La criatura de isla
trasciende siempre al mar que la rodea y al que no la rodea. (Dulce María Loynaz).
Poemas recitados:
Arcadian Boutique.
Moho.
Esta es la parte en que entras bailando
música de los ochenta
En la sala no había muebles.
Ovillada sin ella.
Far West, Hombre, El hombre gato, Niña
bicéfala. Far West.
Sal de magnesio, fragmentos.
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