La
cuenca de los ojos no soporta la mirada, ala fiebre, ave marina, mosquito de la
destemplanza, no vengas a mí, cáscara amarilla, otra vez, no me cantes
canciones de amor que no puedo bailar, cuenca de mis ojos, los gatos en la cama
se acomodan en la silueta de lo que no ves, este pensar en si hay que regenerar
como rabo de lagartijo.
Los
animales se acumulan, aquella vez, el pajarricidio, esta vez el gato pez vomitó
una lagartija llena de lombrices, hay cuatro animales en esa oración y sólo es
uno, te saco del cuerpo, amor, pero dudo cuando me dices convalece en el jardín
de hierba malas.
No
iré, ahí no se puede sanar, ahí ya no hay fuego, ni volcanes desde la ventana,
ahí ni siquiera estás tú, no estás, murciélago amado, para decirme sana golondrina de la tarde, no me
escribas, palabras de náufrago, mientras se hace otro incendio, cuando ya hemos
quemado hasta el Ajusco, nada quiere la fiebre de los que se desaman.
Hubo
otro calor, después de los relámpagos en la bahía, te hizo expulsar con
salpullido el amor, fiebre que brota reptiles de luz indómita del cuerpo, la
suerte de no ser cuando se desova.
De
niña tardé en pronunciar la palabra murciélago.
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