Por Alejandra González Bazúa
Junto a Alejandra González y Marina Ruiz, editora. |
(Texto leído en la presentación de Sal de magnesio -Astrolabio, 2015- en la Feria del Libro Independiente, en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, mayo 2015)
Esto es una presentación.
La presentación de un libro de un libro de poesía.
Sal de magnesio es el nombre que las
reúne.
Esto es una presentación.
La presentación de un libro de un libro de poesía.
Sal de magnesio es el nombre que las
reúne.
Sal de magnesio se me presentó como un
mantra y un espejo.
Sal de magnesio se me presentó como un
mantra y un espejo.
No se incomoden, no seguiré repitiendo
estas frases que no son poesía, más bien les explicaré por qué he iniciado así
esta presentación.
Mi primer acercamiento a Sal de magnesio fue en formato pdf, así
que lo que leí fue la maqueta de
impresión que contiene dos libros. No
pude separarlos así que me puse a leerlos como si fueran uno solo.
Cada poema lo leí dos veces, repetida
estaba la portada y el epígrafe de Dulce María Loynaz:
La criatura de isla trasciende siempre al
mar que la rodea y al que no la rodea.
La criatura de isla trasciende siempre al
mar que la rodea y al que no la rodea.
Les quiero entonces contar sobre esta
lectura.
¿Por qué la repetición en Sal
de magnesio me fue tan incitante?
Este libro contiene palabras precisas,
calmadas, necesarias justo por su recurrencia e hilaridad. Sal de magnesio es como un telar y en este presente tan fragmentado
no es que falten palabras—hilos sino más bien manos que las sepan tejer.
Algo recurrente es aquello que vuelve a
ocurrir o aparecer después de un intervalo, es algo que se repite. Y bien
sabemos que ninguna repetición puede aspirar a ser idéntica a la anterior. Bien
sabemos que ninguna repetición puede aspirar a ser idéntica a la anterior. Mara
repite palabras y siempre dice algo distinto.
Tienes razón Mara, algo de hipnótico
tiene tu libro.
Dice Sal
de magnesio:
Soñé que era mi cumpleaños y acariciaba el pelo canoso de una mujer joven.
En un intervalo de microsegundos el
formato pdf me obligó a leer:
Soñé que era mi cumpleaños y acariciaba el pelo canoso de una mujer joven.
Entonces aquel sueño que vino a la
cabeza, el cumpleaños, la caricia, el pelo cano y la juventud se significan de
otra manera aunque entre una y otra lectura haya mediado algo poco menos grande
que un instante.
Cuando tengan el libro en su manos
repasen cada poema más de una vez antes de pasar de página, verán como se
encuentran con mantras, espejos o péndulos hipnotizantes.
Presentar un libro es ofrecerlo.
Darlo, proponerlo, colocarlo, traerlo al
presente.
Les presento a Sal de magnesio, lo hago como se presenta al mejor amigo.
Se presentó la lluvia después de una
larga sequía. Se presentó Sal de magnesio
después de una tormenta.
Se presentó el niño de nalgas, fue un
parto complicado.
Se presentó Sal de magnesio de cabeza, espalda, ombligo, codo, torso.
El parto continúa porque si hay algo
cierto es que es el lector aquel que
escribe la obra una y otra vez.
Cuando Mara me invitó a presentar este
libro escribía yo un texto sobre el tiempo, la velocidad, los fragmentos y la
posibilidad o no de darle un sentido a la historia con el futuro tan
desprestigiado. Entonces dejé ese texto a un lado y me puse a leer Sal de magnesio sin pausa alguna, a mirarlo con el tiempo encima, no porque
tuviera prisa sino todo lo contrario, digo que con el tiempo encima porque lo leí con ese tema rondándome la cabeza.
Gracias Mara, porque Sal de magnesio curó mi mirada pesimista
y recordé algo que la voracidad del día
a día nos hace olvidar: en la poesía habita la posibilidad de otro tiempo, otro
ritmo, otra velocidad.
Mara escribió esto sobre su propio libro
en otra presentación en la que me hubiese gustado estar no sólo porque fue en
La Habana sino en un lugar preciso de la isla cuyo nombre homenajea a la autora
del epígrafe de este poemario Dulce María Loynaz. En aquella presentación Mara
dijo:
Es por la sal de magnesio que no
escuchamos los sonidos debajo del océano. La sal de magnesio desinflama y cura
montón de males. Quise hacer un libro desinflamado, un libro con silencios y
distancias, como las que produce la sal de magnesio.
Será por ello que Mara escribió en este libro:
esta distancia
era necesaria
para ver cómo
despierta
el trébol
morado
con el sol.
Mi abuela usaba sal de magnesio para las
plantas, a esos tréboles morados les hubiese echado sal de magnesio sin saber
bien la razón científica, y es que estas sales ayudan a acelerar el proceso de
desdoblamiento de las moléculas de clorofila.
En casa las sales de epson servían también para las uñas encarnadas.
Dice Mara:
un beso que no
recibí
se hizo bisagra
Y entonces habrá que pensar en los besos
que no son bisagra sino uña encarnada.
Dice Mara:
hace tan solo
un mes
estaba en la
ciudad
donde el agua
hacía
que se me
cayera el pelo
allí tampoco
me crecían las
uñas.
Hay quien se inyecta sal de magnesio para
reducir la intensidad de los calambres y dicen que es buenísima para la
arritmia ventricular, es también laxante y si se hacen nebulizaciones ayuda a
los asmáticos.
Basta pues de consejos pragmáticos y
regresemos a la poesía:
me sumerjo en
sal de magnesio
nada escucho
Y entonces pensamos en la idea de
sumergirnos para no escuchar nada, o mejor dicho para escuchar aquello que
merece ser escuchado, porque con tanto ruido hacen falta los silencios .
Vuelvo a Mara:
el agua de esta
ciudad también está contaminada
aún así las
mujeres toman baños de tina.
Así es, tomamos baño de tina prolongados en donde para colmo,
metemos a bañar a nuestras hijas.
Ya casi acabo, me quedan cinco cosas por
decir.
Las primeras cuatro las dirá Mara y la
última también:
cuando
desembarcar no es una opción
y tampoco
quedarse en la nave.
(20)
*
lo seguí como a
un oráculo a la inversa
(42)
*
este lugar
que nos estamos
inventando
tiene elementos
que no aparecen
en la tabla
periódica
(74)
*
pero tiene que
llover
para que haya
hongos
tiene que
llover
(66)
Estas palabras hiladas logran nombrar,
mejor que muchos análisis políticos, el momento presente en que no es una
opción desembarcar pero tampoco quedarse en la nave.
¿Cómo se sigue a un oráculo a la inversa?
¿Cómo encuentran acomodo las preguntas y respuestas?
Y sí, estamos inventando elementos que no
aparecen en la tabla periódica ¿cuándo llegarán lo que puedan clasificarlos?
¿buscamos ser una parte más de la tabla periódica?
pero tiene que
llover
para que haya
hongos
tiene que
llover.
Ay Mara, que forma tan precisa de nombrar
el movimiento, la transformación y lo
incesante en la reproducción de la vida.
Última cosa por decir, poema en la página
45, dice Mara :
acercándose el
libro al rostro
como para
soplarlo
como para
soplarle todas sus palabras.
(45)
Y haciendo honor a mi versión en pdf voy
a repetirlo:
acercándose el
libro al rostro
como para
soplarlo
como para
soplarle todas sus palabras.
(45)
Acerquémonos a Sal de magnesio para soplarlo, echémoslo a la tina, ya dependerá de
cada quien si se sumerge o flota, si se prefiere inyectado o tomado, si alguien
espolvorea sus tréboles o pone a remojar
lo encarnado.