lunes, diciembre 18, 2006





ese vestido
nuevo
que
necesito






-yo que siempre tuve aquella vocación por la aurora
yo. ¡yo! que empeñada en la luz
cocía casi hasta quemarme en mi propio caldo de tiniebla.
mírenme aquí empañada yo que siempre siempre
apostaba al punto que desatara la claridá
que me jugaba todos mis vestidos y hasta las lágrimas.
¿qué ha pasado? ¿quién me dice? si todavía recuerdo
cuando calculadora o desesperada, comoquiera
tiraba contra lo oscuro cocuyos como flechas perforando la sombra
no importaba si era el día más triste, ni cuál muerte acechaba
ni si se me metía lo malo en la cabeza, o
si el pantano atragantaba la garganta.
yo comoquiera iba. y ahora de pronto coño
no puede ser no puede ser
este zarpazo de sombras afiladas que me deja en jirones.
¿cómo es esto? ¿que porque tú chapoteando en la miseria
me olvidas abrazándome? ¿que quiebras la caricia así
porque sólo te importa tu pendeja agonía? no puede ser.
está bien, ya sé que está descajonado del pecho todo el amor
el beso desmembrado, y los retazos de azul
desperdigados por ahí como si no importaran
pero tanto no es para tanto. después de todo
es sobre ti que escupes; es a ti a quien desdeñas
cuando amándome olvidas así la vida que te doy.
no importa. yo recojo. con las mismos retazos
puedo coser una cortina antigua, combinando las puntas
de las estrellas quebradas para inventarme otras;
con el resto
puedo hacerme ese vestido nuevo que necesito para jugármelas.



angelamaría dávila, la querencia. (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2006) 73-74


Ilustración: Alex J. García/ Amores pulpo, 2006